Si damos un repaso a los acontecimientos que los medios de comunicación nos ofrecen cada día, podemos comprobar fácilmente que están protagonizados por una serie de personajes, tanto a nivel nacional como internacional, que en otros tiempos diríamos tranquilamente que si no están locos de remate, están como una cabra, con permiso de las cabras. El problema es que esto de la locura es una enfermedad de difícil diagnóstico, no solo eso, si no que incluso se cuestiona, se discute, se niega. Si nuestro médico nos dice que tenemos un lumbago, no se nos ocurre discutirle y menos contestarle; lumbago lo tendrás tú, majadero, como sucedería si nos dijera que estamos loco. ¿Loco yo? Tú si que estás loco, que no sé donde te han dado el título de médico, imbécil. ¿Será gilipollas este tío? Aquí no vuelvo.
Habría que ser muy inteligentes para admitir que estamos invadidos por la enfermedad de la locura. Solo un personaje único e inteligente como Salvador Dalí pudo decir aquello de: “La diferencia entre un loco y yo, es que él cree que no lo está, mientras que yo sé que lo estoy”.
Algún papel relevante ha otorgado la naturaleza a la locura cuando permite que con esta enfermedad se puedan pintar cuadros y escribir libros excelentes, o dar conferencias de prensa, discursos parlamentarios, o presidir gobiernos de países que poseen misiles intercontinentales o bombas atómicas, cosa que se lo impide inmediatamente y lo retira de la circulación, enviándolo a casa o al hospital, con cualquier otra enfermedad, aunque no sea grave. Para mí siempre será un enigma el saber por qué la naturaleza no le ha proporcionado al menos algunas décimas de fiebre, al que está loco de atar, sobre todo, si es un líder político que se propone romper con todo lo que funciona.
Estamos en unos tiempos en los que nos da la sensación de que esa facultad, esa capacidad de razonamiento, que la naturaleza había otorgado en exclusiva a los humanos y que le ha permitido ser el rey de la creación, no solo no avanza, si no que vemos que retrocede claramente, al comprobar como muchos personajes que en otras épocas estarían silenciados, cuando no, internados, están ahora campando a sus anchas y en muchos casos incitando a la población a que no cumpla con las leyes al mismo tiempo que siguen durmiendo tranquilamente en sus casas protegidos precisamente por esas mismas leyes que desprecian.
En España estamos viviendo una serie de acontecimientos promovidos por esos líderes catalanes que no dudan en romper con el orden establecido, pero de todo este “movimiento”” con perdón, hay una conclusión positiva; no ha sonado un solo tiro, esto sería impensable en muchos otros países y también en el nuestro, tan solo unos años atrás. No cabe duda de que en otras épocas, habría motivos más que suficientes para organizar un alzamiento, si no nacional, al menos regional.
Mis felicitaciones y admiración al Ejército, Guardia Civil, Policía Nacional y todos los portadores de armas por no haber hecho uso de ellas. Cuando veo ese video de unos guardias civiles escapando de unos paletos exaltados en una carretera comarcal de Tarragona, no puedo expresar más que mi admiración y respeto cuando, sabiendo que podían dar fin fácilmente a ese esperpéntico espectáculo, solamente exhibiendo sus armas, prefirieron meterse en sus coches a la carrera y escapar de aquellos energúmenos. Felicitaciones, lejos de ser una humillación como le pueda parecer a aquellos payeses, ha sido el mejor ejemplo de como se pudo salvar una situación que podría haber degenerado fácilmente en una tragedia y que en aquel pueblo doblaran a difunto las campanas. Cuando quieran ya le pueden ir haciendo un homenaje a la Guardia Civil y ponerle en la plaza una estatua al sargento al mando que con su prudencia lo ha evitado.
En esta espiral de sin razón, hasta muchos curas se han apuntado poniendo las iglesias a su causa, sabiendo que ahora ya no las queman, y en algunos casos, con ellos dentro, como pasó en el 36.