Opinión

Réquiem por una viña

Confieso que allá por mediados de los años ochenta del siglo pasado, en la población de Pazos (Verín), cometí un crimen ambiental- agrícola-ecológico al cargarme por las buenas una preciosa viña, quizás centenaria, que le había comprado a Modesto, el ganadero, por la sencilla razón de que lindaba con la carretera general N525 a la altura del Parador Nacional, lo que la convertía en lo que llamamos un solar edificable con cincuenta metros de fachada a la citada vía, al lado de casa de la familia de Manolo “o Cazoleiro” y en donde levanté el edificio de 2500 m2 que albergaría la empresa “Verincar”, el concesionario de la marca Ford en la zona por aquella época. 

Reconozco que lo hice todo convencido de que era una idea interesante, pero con el paso del tiempo he llegado a la conclusión de que tal vez hubiera sido mejor haber dejado en paz aquellas añejas cepas que no se metían con nadie y llevaban muchos años produciendo uvas para la elaboración del vino denominación de origen Monterrey, aunque por otro lado, el mejor constructor del mundo, Julio García Salgado, que hace de albañil, maestro de obras y arquitecto al miso tiempo, ha dejado para la posteridad una obra digna.

 Esto de construir una casa puede resultar . en cierto modo, un añadido a lo de; tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol, que eran lo que se decía, tenía que hacer uno antes de morirse y no deja de ser una forma de transcender dejando una huella para el futuro aunque las cosas no hayan salido como había previsto, ni se pretende que sean del agrado de todos.

Las casas tienen vida propia, independientemente de quien sea el propietario, ojo, o propietaria, no sea. Por aquellas fechas, no sé como será ahora, lo del estudio del impacto ambiental no era necesario para que el Ayuntamiento te diera la licencia para construir una casa, el principio de que por tener una finca, tengas derecho a construir, ha dado origen al desorganizado medio ambiental de nuestra tierra. Cientos de hectáreas sembradas de casas y pozos negros en gran parte de nuestra geografía.

No es por quitarme de encima el sentimiento de culpabilidad ecológico, pero tal vez no sea todo negativo, viñas sigue habiendo y muchas están abandonadas, por lo que una construcción como esta puede tener su aplicación en el futuro, sea cual sea quien la titule. Por ejemplo, si pensamos en acoger a refugiados que, tal como está el panorama, pudiera ser una de las mejores salidas para nuestra despoblada provincia, esta construcción puede ser más útil que la viña de Modesto.

Si tenemos en cuenta , ahora que todo hay que mirarlo desde el punto de vista de viabilidad económica, las subvenciones que la comunidad europea proporciona por cada refugiado, no debiéramos descartar esta solución para nuestro medio rural, tal vez podría ser, al mismo tiempo, la manera de remediar el desastre económico y social, causado por el abandono de la agricultura y ganadería en nuestro medio rural que propician, en gran medida, la mayoría de los incendios forestales.

Si cuantificamos el quebranto que estos siniestros producen y el coste, además del humano, de los medios terrestres, aéreos y de personal que se destinan cada año para las labores de extinción, sería rentable la propuesta, además del auxilio debido a esta gente desesperada. 

Si pensamos que solo nuestra provincia, en los últimos cuarenta años, perdió una población equivalente a una gran capital, esto es, más de 120.000 habitantes, quiere decir que, solamente nosotros, tenemos infraestructuras suficientes, para albergar a una cantidad de gente aproximada a la que nos abandonó. Las casas están hechas, no hace falta que traigan las tiendas.

Para darnos una idea de la mezquina actitud de la sociedad europea en su forma de afrontar el derecho de asilo en nuestro tiempo, no tenemos más que fijarnos en el detalle de que España, creo recordar, se había comprometido a recoger a 17.000 refugiados y hasta finales del pasado año había recibido menos de tres mil.

Veniros “pa” Ourense, tíos, nosotros sabemos de emigración, si es a trabajar, cabemos todos. Subiríamos el PIB y la moral.

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