Opinión

Tristeza nao tem fim

Será porque tengo una nieta que supera en unos pocos meses a esta desdichada niña de poco más de un año de vida que ese energúmeno, por llamarle de alguna forma, tiró por la ventana a través del cristal, cual si fuera un balón en busca de portería, o una bolsa de basura con destino al camión de la limpieza, pero no puedo evitar que me inunde la tristeza al imaginarme esa tremenda escena que se tuvo que producir en aquella aciaga madrugada momentos antes del trágico lanzamiento de esa niña por el balcón. Será que a los mayores nos afecta más, pero hay días que parecen propicios para el desaliento.

Suerte que no soy político y no tengo que levantar la voz para tratar de convencer a nadie de que mis proyectos de salvación del país son los mejores, qué digo los mejores, los únicos, verdaderos, exclusivos, infalibles, sagrados, iba a decir, por la gracia de Dios, que pueden aportar la solución a todos los problemas. También esto me produce tristeza, otro tipo de tristeza, de acuerdo, pero no puedo evitar esa inquietud que también podemos llamar cansancio, tedio, vacío o así, pero vaya, que no te dejan el cuerpo preparado para bailar unas sevillanas precisamente.

Lo que me produce mayor desánimo y aburrimiento, al escuchar los mismos argumentos, es que todos los líderes que en este momento se pelean por coger los mandos del país saben perfectamente lo que hay que hacer, ninguno duda; como antes, como siempre. ¡Cómo me recuerda los tiempos pasados! Y qué poco aprendemos de los fracasos. Es algo parecido a una hipotética situación en la que un autobús que, queriendo iniciar un viaje por carretera y en tiempo de grandes nevadas, partiendo de Santiago con dirección a Madrid, se pasaran dos meses discutiendo que camino seguir, que si por Lugo, que sí por Ourense, sin saber si habrá más nieve en el puerto de Manzanal camino de Ponferrada, que en el del Padornelo o la Canda, camino de Puebla de Sanabria. Lo tremendo de todo esto es que los que están defendiendo ir por Ponferrada no dudan en ningún momento de que es ésta la mejor opción, aunque se puedan encontrar con el puerto del Manzanal cerrado, y al revés; cuando lo verdaderamente importante es llegar a Benavente lo antes posible, independiente del camino elegido.

Son tiempos de incertidumbre, de no reconocer errores, no admitir que lo único que tienen, que tenemos que hacer todos, sin excepción, es rectificar, mejorar, cambiar, pedir perdón por tanta corrupción, por tanta chapuza, por tanta ineptitud, ambición, insolencia, por tanta mierda, de unos y de otros; hay excepciones, de acuerdo, pero en general, en la calle, no podemos entender de donde les viene a estos sabiondos tanta arrogancia, tanta chulería, tanta clarividencia, sabiendo que lo único que podrán hacer es cagarla, como siempre, porque esto es lo fácil; la naturaleza lo ha dispuesto así, siempre ha sido y será fácil destruir; hacen falta muchos años para que tengamos un frondoso bosque, pero muy pocas horas para que un loco pirómano lo destruya.

Pues en esto es lo mismo, lo único que tendrán fácil los que entren, es destruír; mejorar, virgencita, les va a resultar más complicado, máxime con las limitaciones extranacionales europeas que, afortunadamente, dejan muy poco margen de maniobra. Porque aquí no hay más que dos caminos: o te vas, con un par, y si te dejaran, claro, por la senda, que ya muy pocos siguen de los Castro, o de los “exprópiese”; o aceptas las duras leyes del mercado, y aquí vas a depender más del Banco Central Europeo, de Bruselas, de los intereses, del petróleo, del clima, de Alemania y vecinos, que lo que puedas hacer tú, pobrecito, derogando o promulgando leyes para trabajar, abortar, o cambiar los nombres de las calles. Por eso hoy, no sé porqué, o tal vez sí, me acuerdo de esta vieja canción de Vinicius de Moraes: “Tristeza nao tem fim, felicidade sim”. Aunque también reconozco que todavía nos quedan muchos motivos para la esperanza.

¿A que sí, Lucía? ¿A que es verdad que va a ser bonita esta vida que empiezas ahora a descubrir?

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