Opinión

Una carta desde Cuba

Había pensado en otras cosas, otros temas, los acontecimientos de cada día, mejor dicho, las calamidades de cada día, son fuente inagotable de inspiración, pero acabo de leer una conmovedora carta en La Región de hoy, sábado día 2 de febrero, se titula: ”Al pueblo gallego desde Cuba” que, además de enternecerme, me cambió los planes. Está en la sección de “Cartas al director” pero está dirigida, más que al director, a Galicia, directamente, firmada por don Ricardo Gonzales Blanco, en la que podemos ver un homenaje, un canto a Galicia, que diría Julio Iglesias, en la que el autor declara su amor por nuestra tierra.

Empieza así. “Estimados hermanos: Saludándolos doy muestras de eterno agradecimiento a esa tan querida tierra de España de donde salieron miles de gallegos que poblaron esta isla del Caribe y de América teniendo todas las características comunes como el culto al trabajo, la honradez, la sencillez, la amabilidad, el cariño y la decencia…” “ rindo especial homenaje a los gallegos que llegaron aquí y plantaron árboles que todavía dan sombra como fue Angel Castro, padre de los hermanos presidentes cubanos…” Continúa, “mi abuelo materno era asturiano y aquí le decían ‘el gallego’ igual que a muchos españoles..”

Aunque se deduce, por lo que nos cuenta, que su ascendencia es asturiana, se siente gallego y termina su escrito felicitando a su “excelencia” nuestro presidente, Alberto Núñez Feijóo, que, aún siendo merecedor de ese tratamiento, tendremos que reconocer que por aquí no se estila.

No cabe duda que don Ricardo Gonzales Blanco siente cariño y nostalgia de nuestra tierra. Por la forma de expresar sus sentimientos, me da la sensación de que es de mi generación, es decir, mayor, las nuevas generaciones, ya sea en el Caribe o en Galicia, no se expresan así, no digo que sea mejor ni peor, digo que lo hacen distinto.

No sabemos si los recuerdos que tiene de Galicia son el producto de la nostalgia y de las referencias que durante años le han ido contando sus padres y abuelos, o si ha vivido directamente algún tiempo entre nosotros, me inclino a pensar que haya sido la primera opción porque; cuando se tienen tan idealizados unos sentimientos, ya sea de una persona o de un país, es porque no se conocen en profundidad, ya que si bien podemos estar de acuerdo con todas o parte de esas cualidades que nos atribuye, debemos admitir que, entre nosotros, a pie de calle, en el día a día, nuestro pueblo, como todos los pueblos, tiene sus cosas. No sé si me explico

No hagamos como en la política, que un fanático de un partido es incapaz de admitir las ventajas que, en parte, pueda tener el programa del otro o, como los malos deportistas, que son incapaces de admitir el penalti en su equipo, o como los ultras de cualquier religión que no admiten que su dios, chamán o profeta pueda ser irrelevante en otras culturas o en otras latitudes y se pasan la vida intentando convertir a los infieles que no creen en sus paraísos.

En este aspecto los gallegos; a diferencia de los que, aunque vivan toda su vida en un ambiente totalmente distinto al que tuvieron en sus países de origen, son incapaces de dejar sus babuchas, turbantes y chilabas, es más, si pudieran, se la impondrían a todo dios; hemos sabido cambiar rápidamente nuestras chancas por alpargatas si nos tocaba la Pampa; la boina por un sombrero tejano si paseamos por la 5ª Avenida; o nuestra chaqueta de pana rayada por una guayabera si campamos por el Caribe; porque esto es lo que ordenan las leyes de la naturaleza; la obligación de mimetizarse con el medio en el que vivimos. Por eso los osos se hicieron blancos cuando se fueron de excursión por las nieves del Ártico.

En todo caso, don Ricardo Gonzales Blanco, muchas gracias por su carta, en tiempos de críticas e incertidumbres, donde lo que abundan son las censuras, broncas y miserias, se agradece una carta como la suya, “nos venimos arriba”. Termina ustec, dando vivas a Galicia y a España, por eso nuestro nacionalismo siempre tendrá el problema, entre otros, de donde fijar sus fronteras; si en La Canda, el Padornelo o en el Manzanal, o tal vez en México, Buenos Aires, o La Habana…. Gracias a los dioses.

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