Opinión

La vida es bella si no te duele el alma

Reconozco que este encabezamiento pueda resultar confuso. En una primera lectura puede parecer un titular trascendente, un axioma, un postulado, un principio, o así, porque los temas del alma, como decía el Exclmo. Sr. Alcalde de Zalamea, Don Pedro Crespo (q.e.p.d.) son cosa de Dios. Después, en una lectura más reposada, más tranquila, cuando al terminar el día con tantas noticias, discursos, intrigas y desafíos, llegas por fin, cansado a tu sofá, blandito, confortable, recogido, a tu medida, y estiras las piernas, coges el mando, y te pones a pensar, puedes llegar perfectamente a la conclusión de que esto no es más que otra de las gilipolleces que has tenido que escuchar o leer a lo largo de ese intenso día en el que, tal vez, no todo te haya salido como esperabas. Pero no pasa nada. ¡No passsaaa naaaaada!

De estas cosas, de saltar de un principio, incluso fundamental, a una gilipollez, y viceversa, los de nuestra generación, sabemos bastante. Esto es lo bueno que nos ha traído la democracia, ya no nos cabreamos, ya no nos ofendemos, ya no nos indignamos, ya no quemamos iglesias, ni mezquitas, ni cuarteles, ni sinagogas, ni perseguimos ni llevamos al paredón a maestros, curas o políticos, ya no fusilamos al general que se pasa al enemigo, porque tampoco tenemos ya claro quien es el enemigo, no como en el 36 que todo lo tenían claro y sabían quien eran los malos en el cuartel de la montaña, en el Ebro, en Belchite, en Brunete, en Barcelona o en Badajoz, y repartieron a mogollón, a unos y a otros, a rojos y azules, a locos y zumbados, licencias para matar, así, a tiro y palo seco, pum, pum, pum, como si tal cosa, sin más, estaba de moda, se llevaba aquella temporada, simplemete. Más adelante, también consiguió licencia para matar, pero en otro plan, mucho más fino y elegante, no a lo burro del país, con palos, mosquetones y naranjeros, el agente 007. Otro nivel, no sé si me explico, nada que ver. 

Cuanto tiempo hemos tardado en conseguir este respeto, esta comprensión, incluso resignación, ante el que no es como tú, no piensa como tú, no razona como tú. Cuantas trincheras, cuantos tiros, entierros y lágrimas nos hubiéramos evitado si en lugar de organizar una guerra, organizáramos unas elecciones, aunque fueran complicadas, aunque fueran confusas, aunque hubiera que repetirlas. Qué maravilla de país en que los que votan que no van a obedecer las leyes, llegan a sus destinos porque la ley de Tráfico de los semáforos sigue vigente y así pueden circular por las calles y llegar sin novedad a sus casas que también, gracias a esas mismas leyes, no están “okupadas” o destruídas como en Alepo, Mosul o Damasco. Allí no podrían ni votar porque cuando no hay ley, hay bombas y tiros, y es muy difícil votar entre cascotes. No es lo mismo, no es lo mismo. No es eso, no es eso, aquí se vota confortablemente en el escaño-sofá y se cobra, y mucho, a fin de mes, con arreglo a la ley, esta sí mola. 

Ya solo nos falta que aprendamos a saber perder, en los negocios, en el amor, en la vida. Ahora ya solo matan, locos y terroristas aparte, los que no admiten que han fracasado y ven que él o ella está mejor en otra casa, en otros brazos, en otra cama, o en soledad. Cuando hablamos de violencia de género, machista y similares, más bien tendríamos que hablar de violencia económica. Estoy seguro que casi todos los que han matado a su pareja o ex, no lo hubieran hecho si les tocara la lotería el día anterior. Cuando despiertas por la mañana y compruebas que tus constantes vitales te van respondiendo, aunque acaso con alguna deficiencia, abres la ventana y te encuentras con el regalo de un nuevo día y el cuerpo te pida una respiración profunda, pausada, uno, dos, uno, dos, y compruebes que cuando llegas al tope de tu capacidad pulmonar, notas allá, en el fondo, una desazón, un sentimiento, un come-come, algo que no acabas de entender y que no te deja relajarte del todo. Eso es que te duele el alma, tío. Será mejor que no veas tantos telediarios.

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