Opinión

Esta vida es un rollo

Este comentario se lo escuché a una niña de unos siete u ocho años que se lo decía a su abuela paseando por un parque en una tarde de verano. Era en Madrid, pero bien podría ser en cualquier otra parte de este mundo que podemos llamar civilizado, donde los niños que comienzan a dar sus primeros pasos tratando de descubrir el funcionamiento de las cosas, en este complicado ambiente en el que les hemos obligado a vivir, contemplando cada día imagines violentas a todos los niveles: guerras, terrorismo, delincuencia,    nacional, internacional o casera, o escuchando palabras como traición, amenaza, mentira, violación, aborto o similares expresiones, que no nos será difícil imaginar lo que podrá pasar por esas mentes infantiles que han tomado la salida en la carrera de su vida.

Siempre hubo violencia, calamidades y desgracias; siempre hubo violaciones, mentiras y traiciones; siempre hubo invasiones, guerras y muertos, pero nunca se había utilizado la mentira de esta forma tan descarada, sin cortarse un pelo ni sonrojarse, con toda la cara, sin importar las críticas, insultos ni abucheos. Todo vale para conseguir los objetivos, ya sea a nivel político, como incluso en la guerra, donde habrá que ponerle una matrícula a los misiles para identificar el que acaba de destruir un edificio de viviendas, porque unos y otros de los contendientes nos van a decir que este misil no era mío, toma ya. ¡Vaya por Dios!

Esto nunca había pasado; al pan, pan, y al vino, vino, las cosas como son. Nos damos la mano, de acuerdo, la palabra, el honor y la dignidad presidieron las relaciones sociales, políticas y comerciales desde la noche de los tiempos. Podría haber engaño, lo había, por supuesto, pero, al menos intentaban disimularlo. En otros tiempos, la gente se moría de vergüenza, literalmente se suicidaba cuando lo pillaban en un renuncio trascendente, o por lo menos no salía a la calle; ahora no, ahora se puede decir en la televisión, en el Parlamento o en la calle que voy a hacer esto y al día siguiente, tranquilamente, hacer lo contrario, tan pancho, como si nada. Hay excepciones, pocas, pero las hay, siempre las hay: La jefa del Gobierno de Nueva Zelanda, Jacinda Ardem, anuncia que va a dimitir de su cargo el próximo día 7 de febrero. Hay vergüenza, hay excepciones, las hay, pero claro, está en las antípodas. 

Mientras tanto por aquí seguimos, niños y mayores, contemplando horrorizados imágenes donde un misil que vale tres millones destruye un tanque que pesa sesenta toneladas y que vale diez millones, en una guerra en la que todo es caro, todo vale millones, todo vale mucho, menos los muertos, miles de muertos producidos por esa arma letal de destrucción masiva que es la imbecilidad humana.

Pero, de todas formas, yo le diría a esa niña o niño que a través de las pantallas de su ordenador, tablet o tele ve ese trágico panorama, que no se ponga triste, que esta vida no es un rollo, esta vida es maravillosa, tiene sus cosas, como todo, pero hay que entenderla, hay que comprenderla. Vivimos en un mudo imperfecto, difícil y complejo, parece ser que se hizo en siete días, ya me contarás, pero siempre tendrás motivos para entusiasmarte, siempre podrás encontrar motivos para sonreír una mañana; un abrazo, un beso de gente que te quiere, una flor, una playa, una montaña, una ilusión, un proyecto, una canción, un deporte, un amigo, tal vez otras cosas, siempre maravillosas, pero siempre complicadas, seguro. La vida es así, pero te va a merecer la pena. Fíjate en esta expresión, “merecer la pena”, que se usa tanto, lo dice todo: tendrás que descubrir que hay cosas que merecen penar, esforzar, sacrificarse por ellas y otras que lo mejor es dejarlas, olvidarlas o abandonarlas, simplemente. Ya lo irás viendo.

Mira si será maravillosa esta vida, querida niña, que hay gente con ochenta y cien años, con los desgastes, achaques y pastillas correspondientes propios de la edad, que no quiere marcharse ni a la de tres, por mucho que le digan que se van a ir a otra vida mejor. Porque, como en casa…

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