Opinión

El volcán y el presidente

Según anuncian los medios de comunicación, nuestro presidente Pedro Sánchez, ha realizado cinco viajes a la isla de La Palma desde que comenzaron las erupciones del volcán Cumbre Vieja en el sur de esa isla, una zona en la que, con un mínimo de previsión en la planificación urbanística de ese área, nunca se debieron haber permitido construcciones que no fueran las destinadas exclusivamente a usos industriales y agrícolas, pero no residenciales.

Se podrá decir que a toro pasado, todos podíamos ser toreros, pero hay cosas que no hace falta que seamos muy expertos para predecir que pueden suceder. Mal comparado, como decía aquel, es un poco como lo de la muerte. Que te mueras con más de noventa años, es lamentable, triste, lo que quieras, pero tendremos que reconocer que es previsible, vamos, que no debiera sorprendernos demasiado, por muchas dosis de vacunas que nos hayan inoculado.

Esto pasa porque nosotros tenemos un calendario y podemos hacer unos cálculos con mayor o menor precisión. La naturaleza también tiene su agenda, su hoja de ruta, pero nosotros desconocemos sus claves para saber cuándo nos va a sorprender con un terremoto, un virus o con un meteorito que nos confunda, pero con frecuencia nos da unas señales que nos indican que ciertas zonas del planeta, a las que debiéramos respetar, son más propicias a terremotos, inundaciones, tsunamis o volcanes, y el sur de la isla de la Palma estaba cantado, cada cierto tiempo, aparecen volcanes; Teneguía, San Juan, etc..

Me imagino la frustración que tendrán nuestro presidente y sus ministros, acostumbrados a tener el remedio para todos los males; que lo mismo solucionan la pandemia del coronavirus: “Hemos salvado quinientas mil vidas con nuestras medidas anti-covid”, como están convencidos de que derogando las leyes laborales, van a solucionar el paro y las condiciones de los trabajadores, o regulando los alquileres de los pisos van a bajar sus precios que, cuando llegan a las laderas del volcán y no encuentran con quien aliarse, que, aunque fuera con el mismísimo demonio, lo harían, para organizar cualquier decretillo que pudiera poner fin a sus erupciones, que estoy por asegurar que estos viajes a la isla de La Palma les van a dejar una huella de cierta desazón para el resto de sus vidas.

Pero, de la misma forma que comprueban su impotencia ante el volcán, (la prueba es que no han decretado nada en su contra, a pesar del estropicio que está haciendo) en muchas ocasiones, aunque ellos no lo sepan, o no quieran saberlo, les pasa lo mismo en cuestiones que pretenden cambiar imponiendo sus criterios, pero vemos que las soluciones, por desgracia, no son tan sencillas y dependen más de factores externos, como la marcha de la economía, tanto a nivel nacional como internacional, como de otras condicionantes que no están a su alcance, demostrándonos con demasiada frecuencia que son más determinantes, que lo que puedan hacer Pedro Sánchez y sus ministros con sus decretos. Pobres ingenuos.

En el tema laboral, por ejemplo, están empeñados en que, cambiando las leyes, se soluciona el problema, cuando con estas mismas leyes ahora vigentes, hay mucha gente que gana gruesos salarios, empezando por ellos mismo, los que fomentan estos debates. Está claro que tenemos que tener unas leyes que regulen las relaciones laborales, pero deprime un poco verlos tan ingenuos y orgullosos de haber logrado subir quince euros el salario mínimo.

Este volcán nos recuerda cada mañana lo insignificante que somos los humanos ante las fuerzas de la naturaleza, expulsando miles de toneladas de gases nocivos todos los días sin que podemos hacer nada para evitarlo. No quisiera mal pensar, pero me da un aire a que el Cumbre Vieja esté incrementando sus emisiones en estos últimos días, para “celebrar” a su manera, la cumbre que, sobre el clima, se realiza en Glasgow, recordándonos que no necesita de coches ni de aviones para contaminar el planeta.

Bastante bien nos van las cosas, habitando un mundo con fuego en su interior que no se apaga ni echándole tierra ni agua que es lo que se hace en los incendios, si a esto añadimos que sus habitantes, con eso de la libertad de expresión, pueden ciscarse e insultar tranquilamente a las instituciones, al país, al rey, al papa, a Mahoma, ay no, a este no, que te empitonan vivo, y si les queda un momento libre, emplearlo en decir chorradas sobre gallines, matrias, autoridadas, elles, todes, y vecinos, pero eso sí, cobrando puntualmente, es que todavía nos va quedando margen para seguir respirando en la Galicia profunda y en la superficial.

Uno, dos, uno, dos. Adelante.

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