Opinión

Obama mete en cintura a Netanyahu

Y dando un mentís inesperado a los sondeos, el primer ministro Benjamin Netanyahu fue reelegido en Israel de forma clara para un cuarto mandato como jefe de Gobierno por tercera vez consecutiva desde 2009. De resultas, y a causa de sus conocidas posiciones extremistas, el recalcitrante conflicto del Próximo Oriente entra en una peligrosa fase que no augura nada bueno.
Recordemos el recuento de votos en la Knéset (Parlamento unicameral) que le eligió. Su partido, el derechista Likud, obtuvo 30 escaños frente a los 24 de la coalición de centroizquierda Unión Sionista, dirigida por el laborista Isaac Herzog, que sin embargo consiguió uno de los mejores resultados de su historia en una Cámara de 120 miembros muy atomizada, repleta de pequeños partidos heterogéneos.
Lo peor del resultado de esta votación es que se le subió el triunfo a la cabeza y el presidente Barack Obama tuvo que reconvenirle públicamente, recordarle su dependencia militar y la continua ayuda de EEUU y obligarle a retractarse de haber dicho de forma desafiante que si ganaba los comicios del martes 17 de marzo nunca habría un Estado palestino, lo que iba en contra de la posición tradicional norteamericana.
En efecto, tal posición consiste en aplicar como piedra angular el plan establecido en el lejano 1947 por la ONU sobre el futuro del entonces protectorado británico, que hizo posible la existencia del propio Israel. Prevé que haya dos estados, lado a lado, Israel y Palestina, y ha sido consensuado por una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y aplicado por todos los presidentes norteamericanos como la mejor solución para el sempiterno y cruento diferendo, que desgraciadamente ha causado centenares de muertos y que, por cierto, sigue más vivo que nunca como diríamos con un amargo oxímoron; así lo recordó en julio pasado el bombardeo y la destrucción de la Franja de Gaza (Palestina, 151 km2), que ha provocado más de cien víctimas mortales, entre ellos muchos niños. Es una guerra que no cesa, renace como el Fénix de sus propias cenizas.
Para dejárselo bien claro, Obama reiteró a Netanyahu, según las agencias de noticias, que es necesario "el compromiso de larga data de Estados Unidos a una solución de dos estados" que se traduzca "en un Israel seguro junto a una Palestina soberana y viable".

ISRAEL, EPICENTRO PERMANENTE DE LA POLÍTICA MUNDIAL
¿Cuál es el trasfondo de lo que estamos hablando?: los enfrentamientos a tumba abierta entre árabes e israelíes; ocho guerras que ganó siempre Israel; más de 100 mil víctimas en las que las de palestinos triplican a las israelíes, y un coste de miles de millones de dólares, es decir, el conflicto del Próximo Oriente es un cruento juego de la oca en el que se tiende a volver al punto de partida, como en el cuento de nunca acabar. En otra parte, sería normal, en Israel, de crispada historia contemporánea, todo adquiere la categoría de drama. No se sabe de ningún estado de sólo 20.700 km2 que se haya convertido en el epicentro permanente de la política mundial. Israel en ocasiones parece el 51 estado de los Estados Unidos, con los que mantiene una alianza militar y de seguridad desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Ninguna nación ha recibido tanta ayuda estadounidense como Israel: 121.000 millones de dólares, y esto no va a variar pues no dependen del presidente sino del Congreso.
Otra cosa: la izquierda es parecida en todas partes, pero en Israel la derecha de Netanyahu es para colmo teocrática, pues tiene el proyecto de convertir la nación en un Estado judío étnico-religioso, lo que haría de los palestinos de nacionalidad israelí, ciudadanos de segunda clase. La Unión Europea y los EEUU se oponen, claro está, a una pretensión de esta naturaleza pero los ideales de los pueblos predestinados son peligrosos.

UN CASO DE MIL ARISTAS
Como ya hemos consignado, Israel no está solo en la región, a él se superpone Palestina como una unión hipostática de alma y cuerpo, permítanme el término religioso. En una rueda de prensa en Jerusalén Este, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) aprovechó la oportunidad para pedir de nuevo en esta ocasión a la comunidad internacional el reconocimiento inmediato del Estado de Palestina dentro de las fronteras anteriores a 1967, la reivindicación clásica nunca atendida que tiene naturalmente el apoyo de Mahmud Abbas, presidente actual de Palestina desde julio de 2014.
Recordatorio del intrincado litigio para una mejor comprensión:
Israel cuenta con una población de algo más de 8.000.000 de habitantes (marzo de 2013); de ellos un 75,5% son judíos, un 20,6% son árabes y un 4% restante incluye a cristianos y a otras creencias.
 En los territorios ocupados de Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este, en 2001 la población era de 3,3 millones. Según el Ministerio del Interior israelí viven unos 270.000 ciudadanos israelíes en las ciudades y asentamientos establecidos en Cisjordania, y otros 20.000 en los Altos del Golán.
Así es este caso de mil aristas irresuelto que trae de cabeza al mundo occidental desde hace más de 60 largos años.
Desde la famosa Guerra de los Seis Días, Israel, rodeado de un mar de países árabes, les venció todas y cada una de las contiendas con la ayuda imprescindible de los EEUU, su mentor, sin los cuales no se concibe su supervivencia, como no se concibe tampoco sin la aportación de fondos
La capital espiritual de Israel es Jerusalén, ciudad santa para las tres religiones monoteístas: el judaísmo, el islam y el cristianismo que allí cohabitan, calle a calle como se prueba cada vez que se visita el lugar.
Israel: política y religiosamente, no se conoce ningún otro país cuya política nacional sea tan internacional.

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