Opinión

Suiza, tentada por el aislamiento

Suiza, paradigma de democracia y convivencia, acaba de aprobar sin embargo y además por referéndum, una ley xenófoba respecto a los ciudadanos del resto del Viejo Continente. 

En adelante la República Federal inpondrá a partir de finales de año cuotas de entrada a sus vecinos para poder residir y trabajar en su territorio como pasaba con la libre circulación de personas que rigió durante años en el país. Es una "volte-face" como dicen los suizos francófonos, un cambio súbito de opinión, paradójico y sorprendente a primera vista pero en el fondo interesado y calculador.

Se trata de levantar un dique a la inmigración, el país cuenta con un 23% de extranjeros, de los cuales 60% son europeos, en mayoría alemanes cualificados y a éstos es precisamente a los que va dirigida la nueva ley adoptada por el Parlamento y los Cantones. La inesperada y polémica decisión deja además maltrechas las relaciones entre la Confederación Helvética y la Unión Europea, desde ahora enfrentadas. Suiza se enroca.

Este pequeño país de 41.900 kilómtros cuadrados (como Galicia en extensión) y 8 millones de habitantes, neutral desde 1815, mosaico irregular de 26 cantones, cuatro idiomas predominantes - alemán francés, italiano y romanche-, campeón de la democracia directa donde todo se vota, con el nivel de vida más alto de Europa junto a Noruega y Luxemburgo, roza la excelencia. En este invierno de 2014 ha sufrido un ataque de aislamiento y egocentrismo.

La República Helvética disfruta de bonanza económica permanente, su crecimiento va viento en popa, es del 2 al 3 por cien, récord entre los países del entorno, su paro se reduce al 3 por cien, sólo para dar dos porcentajes elocuentes. Mercantilmente muy competente, sus productos farmacéuticos son punteros, su industria química está en primera línea, su actividad financiera, de seguros y de transportes también, la banca suiza, legendaria, sigue siendo la primera del continente a pesar de los últimos embates de EEUU a su sacrosanto secreto bancario. En fin, todo funciona allí como un reloj... suizo.

Muchas asociaciones internacionales tienen su sede en el país alpino, como la Cruz Roja, la Organización Mundial del Trabajo (OIT), el COI, máximo organismo encargaado de los Juegos Olímpicos o la FIFA, que representa al fútbol europeo. Esto es el haz de la República Helvética que tiene también, por supuesto, su envés. Para sus bancos el dinero no tiene olor, aceptaron los capitales espurios de un gran número de dictadores, baste citar al iraquí Sadam Hussein o al centrroafricano Bokassa en una lista interminable. "Last but not least" (último pero no menor), Suiza ha obtenido en diciembre pasado el dudoso honor de ser señalada como paraíso fiscal en el Foro Mundial de la Transparencia de 120 países celebrado en Yakarta (Indonesia) bajo el patrocinio de la OCDE (organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).

Produce estupefación el resultado del voto del domingo pasado en el Parlamento, que aprobó, aunque sólo fuera por un mínimo porcentaje del 50,3%, el establecimiento de los citados cupos de inmigrantes, medida que se aplicará a lo largo de tres años. Para más inri, presentó la iniciativa la Unión Democrática de Centro, un partido de extrema derecha de denominación engañosa. La votación fue, como se suele decir, un relámpago en un cielo azul.

En cambio para el acomodado terrateniente y agricultor Toni Brunner , de 40 años, impulsor del proyecto de la nueva ley discriminatoria, el resultado del voto es bienvenido y "marca un giro de noventa grados en la política suiza" según declaró triunfante. Brunner es el presidente de la antes citada formación reaccionaria, ya influyente con anterioridad en la vida de la Confederación pues controlaba un cuarto de los escaños del Parlamento y tenía el mayor número de consejeros en el Consejo Federal. Este éxito electoral logrado el pasado 9 de febrero en solitario y en choque frontal contra todos los demás partidos de la Cámara e incluso contra la patronal, le convierte en el nuevo hombre fuerte de la Confederación. Pero hace trizas del ecuámime e ingenuo lema suizo de "uno para todos, todos para uno", ahora irónico ya que lo que ha prevalecido en realidad en la sociedad helvética es la insolidaridad y el egoísmo. Suiza da un portazo y se encierra en sus fronteras.

Échenle un vistazo al mapa, Suiza esta rodeada por todas partes por miembros de la Unión Europea y todos ellos son hostiles a la deriva del país helvético. Sus relaciones con Berna eran excelentes, estaban instaladas en el "beau-fixe" (buenas y estables), el impacto de la iniciativa aprobada las ha desbaratado. El fin de la libre circulación de personas lleva implícita, por una cláusula "guillotina" que se creía disuasoria, la denuncia automática de otros seis acuerdos que vinculaban a ambos territorios desde 2002.

A Europa la decisión le cogió por sorpresa. La Comisión Europea dijo tomar nota y se dio un tiempo para responder, han comenzado las grandes maniobras para establcer un nuevo marco de relación económica bilateral. Como hemos dicho, Suiza se blinda, se ensimisma, ha tomado una decisión irreversible. En el país del rígido Calvino, podríamos recordar con un proverbio suizo que "cuando la piedra ha salido de la mano, pertenece al diablo".

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