Opinión

Arquitectura

Los mayores escándalos de corrupción en este país han tenido que ver con el urbanismo. Los políticos corruptos siempre se han querido hacer cargo de esas competencias en las que eran frecuentes las comisiones del 3% o más. Los partidos políticos han sido muy imprudentes o muy interesados y en muchas ocasiones han puesto al zorro a cuidar de las gallinas. Es fácil imaginar qué pasaría si la concejal de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, Rocío Monasterio, tuviera competencias de urbanismo cuando se cierne sobre ella la sombra de la sospecha, bastante fundamentada, de haber construido viviendas en suelo industrial y haber firmado proyectos cuando aún no había terminado la carrera de arquitecto. Algo huele a chamusquina en la actividad profesional de la dirigente de Vox alimentada por su falta de transparencia a la hora de dar explicaciones. Da la impresión de que llegaba enseñada en malas artes a la política.  

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