Opinión

Cien días

Madrid es una china en el zapato del Gobierno. Y el Gobierno es una china en el zapato de Madrid. Hoy, por el salto de fase en el proceso de desescalada y la muy probable inspiración de las manifestaciones antigubernamentales en el barrio de Salamanca. Ayer, por el culebrón del consabido apartamento donde Isabel Díaz Ayuso pasó-pasa la cuarentena.

Al lado derecho de la barricada política se habla de campaña de desprestigio de la izquierda contra la presidenta madrileña. Obvio. Tan obvio como la campaña de desprestigio de la presidenta madrileña contra el Gobierno de Sánchez desde el minuto uno, debidamente jaleada por el líder nacional del PP, Pablo Casado, que tiene depositadas sus complacencias en Ayuso.

Un alto funcionario de la Consejería de Políticas Sociales, Miguel Ángel Jiménez, se ha convertido con su destitución en el chivo expiatorio de un episodio absurdo y banal, de uso oportunista contra el adversario, da igual en qué dirección, porque eso puede cambiar de la noche a la mañana. Ahora es el apartotel de Ayuso y antes fue el Falcon de Sánchez. No me escandaliza. Vuelo bajo en una clase política de mala calidad y un sector de la tribu mediática adicto a los culebrones.

No sabemos cuál es exactamente el pecado de Ayuso: ¿mentir?, ¿no aclarar si se trasladó el 14 de marzo para gestionar la crisis desde esa solución habitacional con vistas o el 16 para pasar el cautiverio con sobrevenido cambio de titular en la firma del arrendador?, ¿errónea adjudicación de un contrato?, ¿generar un gasto público en un quehacer de carácter privado o generar un gasto privado en tarea de carácter público?, ¿vivir de lujo a precio de amigo a cambio de compensaciones?

Muchas preguntas en el aire, muchas insinuaciones, mucha malicia, pero nada concreto. Bueno, algo sí: la ofensiva contra una figura en permanente desafío al Gobierno central. El pretexto fue el lujoso apartamento que se agenció de cara a su obligado encierro de contagiada, pero se buscan efectos por elevación. Por ejemplo, la presentación en sociedad del plan B del PP, a cargo de Pablo Casado, pasó sin pena ni gloria.

En resumen, un alto cargo público que hace tareas públicas en una ubicación privada por razonas de baja laboral. Y lo demás es chismorreo, incluida la cuestión de las tarifas o las deferencias del hotelero con la presidenta regional. Trabajar en sitio distinto al oficial para pasar el confinamiento ¿qué tiene de raro?

De los muchos ecos del sainete me quedo con la reacción de Iglesias: "Es muy grave que Ayuso sea noticia, no por vivir en un apartamento de lujo, pues tiene derecho a vivir donde quiera, pero que lo pague ella". Reparen en la subordinada y hagan memoria de lo que el hoy vicepresidente hubiera dicho hace apenas dos años, cuando aún no había perdido la inocencia, sobre los políticos que viven por encima de la media.

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