Opinión

Emociones

Cuatro días de debate de investidura, ochenta días desde que se celebraron las elecciones generales, sesenta desde que tuvieron lugar otras tres elecciones, una semana frenética de negociaciones dan para que se desaten todo tipo de emociones: las de los perdedores, las de los más perdedores, la de los que esperan ganar, las de quienes ven peligros por todas partes, la decepción, el deseo llevado hasta el último minuto, la de la preocupación por el futuro y por quién volverá a ser el próximo pobre ganador que se arrepentirá de la ocasión perdida, las de que ven los toros desde la barrera sintiendo todas ellas y las de quienes recuerdan el cainismo, el divisionismo, las ambiciones de unos y otros las de quienes se arrepienten de que quienes les representan no atiendan al interés general, las de los interesados en señalar al otro como el infierno. La tristeza por dar la razón a los que dicen que cualquier tiempo pasado tuvo mejores protagonistas. La desazón, la pereza, la desafección. La de aquellos que se frotan las manos y las de que ganan sin presentarse a las elecciones. La esperanza de que quienes pueden pactar no sean tan necios como para no hacerlo.

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