Opinión

Infierno

Con el paso de los años se dejan de hacer propósitos de Año Nuevo, no porque ya se hable inglés, aunque sea macarrónico, o porque se haya alcanzado un nivel de tableta de abdominales como el de José María Aznar, sino porque la evidencia ha demostrado que son esfuerzos inútiles que conducen a la melancolía, porque pasada la euforia que proporcionan las burbujas del cava se impone la realidad de la falta de tiempo, de ganas y sobre todo de voluntad. La vida cotidiana se echa encima como una losa y no se da oportunidad a la nueva rutina que ha de durar al menos quince días para que se convierta en hábito y se sucumbe a los postres de chocolate, al tocino del cocido, a las cañas con los amigos –sobre todo en Madrid, of course- y al elogio de la pereza. Aun así, hay quien se empeña en comenzar el año con nuevas metas y hasta las alcanza, aunque no hay estadística que recoja los porcentajes de éxito. Lo que sí se sabe es que de buenas intenciones está empedrado el infierno.

Te puede interesar