Opinión

Ir y venir

El expresidente de Ciudadanos, Albert Rivera, comenzó a dimitir cuando triunfó la moción de censura de todos contra Mariano Rajoy por la corrupción del PP y tomó la decisión de permanecer a su lado. Poco antes las encuestas le señalaban como posible ganador en unas elecciones generales. Pero la moción le cayó encima y aunque se recuperó en las elecciones generales del 28-A y estuvo a nueve escaños del sorpasso al PP. Si en Andalucía se había hecho el remolón para aceptar el pacto con Vox, en las autonómica y municipales  se quitó la careta y decidió blanquear al partido de Abascal aunque con el subterfugio de que ellos no negociaban con la ultraderecha, lo que dejaban al PP, pero se beneficiaban de sus votos en un ejercicio de cinismo político de primera división. O sea, que dejó de ser moderado y regenerador de la vida política y los electores se lo han pagado con el abandono. Rivera se va, no se sabe adónde. El problema es que últimamente no se sabía de dónde venía. 

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