Opinión

La raya

Punto, raya; punto raya; punto raya. Eso es una frontera dibujada en un mapa. En muchas ocasiones esas fronteras han sido dibujadas con un tiralíneas que separaba pueblos, regiones, territorios, lenguas o culturas. Las fronteras suelen ser líneas imaginarias salvo que algún gobernante se empeñe en levantar muros, alambradas con concertinas, o sembrarlas de minas. Su propio dibujo en los mapas da idea de su porosidad: entre los puntos y rayas caben las personas, los que pasan de un lado a otro para visitar a sus vecinos o para comerciar, o par contrabandear según sean las circunstancias. Decía Dalí que donde un hombre ve una línea un artista ve el horizonte. Para los españoles y portugueses que viven al lado de la frontera entre ambos países esa línea discontinua no es una barrera sino un mero trámite burocrático. La Raya ha estado tres meses cerrada porque la lucha contra la pandemia lo exigía y así lo han respetado españoles y portugueses en un ejercicio de responsabilidad. Si hubieran querido habrían pasado de un lado a otro, como tantas veces lo han hecho saltándose normas y convenciones. Ahora no hay motivos ilegales para hacerlo. Resulta curioso observar lo cerca que viven unos otros los habitantes colindantes con La Raya y lo lejos que pueden llegar a estar quienes viven unos pocos kilómetros más allá. Es el problema de los límites mentales y políticos.

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