Al Gobierno han comenzado a caerle las denuncias y los manifiestos. Las primeras son muy variadas relacionadas con las advertencias sobre la inminencia de la epidemia, las dificultades para proveer a los sanitarios de los equipos de protección individual, y las que pueden llegar por la exposición al virus que han tenido por la adquisición de mascarillas defectuosas, por la compra de test inservibles y por una presunta conculcación de derechos fundamentales que no se corresponden con el estado de alarma sino que lo acercan a un estado de excepción. Algunas de las denuncias presentadas ya han sido desestimadas pero otras admitidas a trámite por el Tribunal Supremo. Los manifiestos van en la misma dirección, firmados por eximios liberales que consideran que el Gobierno mantiene posiciones autoritarias que restringen derechos y libertades. Estas personas tan preocupadas por unos derechos mientras olvidan otros, deben estar a un minuto de pasar de las musas al teatro y convocar reuniones y manifestaciones para ver hasta que punto son capaces de resistir las costuras del estado de alarma. Al tiempo.
