Opinión

Mentiras

Más y mejor. Los psicólogos han comprobado que desde que las personas se cubren parte de la cara con las mascarillas están más sueltas a la hora de faltar a la verdad que diría un político de sus adversarios, o de meter una bola, en lenguaje más vulgar. La mascarilla sirve para ocultar gestos, movimientos de las facciones, o ausencia de ellos, que delatan que lo que se acaba de decir es una mentira sin que el interlocutor advierta que el rubor se ha adueñado de la cara. Hay personas que no necesitan la mascarilla porque su capacidad para mentir está acrisolada, tienen la cara de cemento armado y no se les mueve ni una pestaña a la hora de fingir. Además, el propio coronavirus y sus circunstancias se han convertido en causa y consecuencia de mentirijillas relacionadas con el miedo al contagio para esquivar relaciones sociales. La mascarilla puede ocultar las muecas delatoras, pero no hace sino retrasar lo inexorable, que los mentirosos acaben pillados en el renuncio. 

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