Opinión

Rectificación

De todas las oscilaciones, divagaciones y rectificaciones que ha realizado el Gobierno a lo largo de la gestión de la pandemia del COVID-19, la relacionada con la salida de los niños a la calle es la más sangrante, la más absurda, la que más pone en evidencia al Ejecutivo, la que se ha producido con mayor velocidad, la que más desgaste le puede suponer. El Gobierno puso el listón a la altura de los niños y ahora lo ha bajado al nivel del suelos desde donde ha tenido que levantarse después de haber besado la lona. Para acertar cuando rectifica. Rectificar es de sabios y de necios tener que hacerlo a menudo. Si había razones científicas para dejar a los niños acudir a los supermercados con sus padres, tendrían que haberse explicado muy bien. Como no se ha hecho, el Gobierno ha quedado a los pies de los caballos y lo que es peor se ha vuelto carne de mofa y cachondeo. Y deja dudas sobre su eficacia, porque si se falla en lo fácil, en lo evidente por las expectativas generadas, en la que decidía con todo el viento a favor, se puede temer lo peor a la hora de abordar lo difícil. Ahora les toca a los progenitores demostrar que el Gobierno se había equivocado.
 

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