Opinión

Rusos

Luchar contra la tradición es muy costoso, casi imposible, porque las innovaciones son coyunturales. Es decir, que la ensaladilla rusa seguirá siendo ensaladilla rusa por mucho que el beatífico chef José Andrés, candidato al Nobel de la Paz, quiera cambiarle el nombre por el de ensaladilla tradicional, que sirvió a los mandatarios OTAN. Ni tan siquiera el franquismo consiguió que la ensaladilla rusa fuera ensaladilla nacional como ha contado, entre otros, Pedro de Silva, expresidente asturiano, cuando fue alférez provisional en su época de mili y le tocaba comer el rancho. O sea, que ni ensaladilla ucraniana por fastidiar a Putin ni ensalada de Kiev o de Kyiv, para animar a los atacados y porque se trata de un plato que tiene tantas variantes, con un fondo común, como cocineros y cocinilla hay por el mundo. Y si se quiere ya fracasar sin paliativos se puede intentar variar el nombre de los filetes rusos. ¡Por favor! Eso no hay real decreto ni ley orgánica que lo pueda cambiar. 

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