Opinión

Transfusión

Baltasar del Alcázar la alababa: “¡Oh, gran señora,/ digna de veneración/ ¡Qué oronda viene y qué bella!/ ¡Qué través y enjundias tiene!”, y no ha sido el único escritor que se ha deshecho en elogios con la humilde morcilla, realizada con sangre y lo que en cada sitio se le quiera echar para componer un bocado que deleita o repele. La modernidad también ha llegado a este embutido debido a un empresario palentino, con una tradición a cuestas de casi doscientos años, que se ha lanzado al más difícil todavía mediante la introducción de nuevas texturas y que ha hecho una morcilla sin sangre, que ya es rizar el rizo. Si Ramón Gómez de la Serna levantara la cabeza ya no podría decir que la morcilla es “una transfusión de sangre con cebolla”.

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