El concepto de turismo sanitario suele utilizarse cuando los residentes de un país acuden a otro a tratarse de su dolencia bien porque la atención sea mejor o más barata, o por ambas cosas a la vez. Después de diagnosticarse este problema entre los países europeos las administraciones correspondientes han tratado de ponerse de acuerdo para facturarse los gastos mutuos. Y otro tanto pasa entre las comunidades autónomas cuando un ciudadano recibe atención en otra distinta, seguramente colindante. Que el Sindic de Greuges catalán, Rafael Ribó, acuse del déficit del sistema de salud catalán a los pacientes que llegan del resto de España es de una debilidad mental impropia de un responsable público, menos todavía si ha sido secretario general del PSUC y líder de ICV, aunque se haya reconvertido o vendido al independentismo irredento. Su declaración es una de las más miserables escuchadas últimamente al dar un sesgo político a un problema administrativo en el que está en juego la vida de la gente.
