Opinión

Ana de Bande, la diputada más votada de España

La diputada Ana Belén Vázquez fue definida el otro día como una “chillona gallega" por uno de esos hombres que campan ahora por la política con las líneas de guión de los malos de “Amar en tiempos revueltos”. No sabemos si ser gallego enriquece de alguna forma el esfuerzo de la voz ni si una mujer de Bande logra gritar más que un hombre de Alicante. Sí que podemos aventurar que estas palabras ayudarán en la medida estrategia de Vox -recuerden el racismo de Castelao- ideada para terminar sacando cero votos en Galicia.

Ourense volvía a saber así de sus representantes en el Congreso, como casi siempre por motivos y temas estrictamente no ourensanos. Vázquez lleva ahí 20 años y sus grandes hits fueron su inolvidable intervención hablando de ciberguerras rusas, el encontronazo con Rubalcaba, un tuit contra Irene Montero o criticar a Sánchez por forzar el confinamiento de Madrid olvidándose que Ourense seguía encerrada. En su último éxito, la portavoz de Interior de los populares culminó su contraataque a la babosada reivindicándose por ser la “diputada más votada de España”. Una apropiación de los resultados del PP en las últimas generales en su provincia (39,49% de los votos) que puede ser algo osada si tenemos en cuenta que su partido lleva 35 años ganando en esta circunscripción hasta las elecciones de las comunidades de vecinos y desconocemos hasta qué punto se puede obviar el paralelismo con “el PSOE presenta a una cabra y gana la cabra” que solía decir Guerra.

@Anadebande lleva el 55% de su vida con cargo público, acumula siete legislaturas en Madrid, se enfrentó con el sargento de la Guardia Civil de su concello por unas multas y en el último año ha cogido galones en el PP nacional. ¿Méritos? Los de siempre. Nada que ver con su nivel de trabajo por la provincia a la que dicen representar cuando salen elegidos y sí con apostar por el caballo ganador. Que se lo digan a los defenestrados por el sanchismo. En su caso, Vázquez se desmarcó de la línea ourensana, apoyó a Casado frente a Santamaría y luego ha ido ganando ese tipo de popularidad interesante si quieres ser tertuliano. De momento ya está en Ana Rosa y la cuenta de twitter del PP le aplaude sus intervenciones en el Congreso como si fuese Roncero increpando a Cristóbal Soria: “Acaba de dejar sin aliento a todo el Gobierno”, “Ana Vázquez pone en su sitio a Vox”…

En Madrid, ella pertenece a ese grupo de políticos que confunde pasión con frentismo, argumentos con eslóganes e influencia con retuits. Ahí están también Rufián, Lastra o Echenique. Y en Ourense, si la Transición alumbró a diputados que trataron de defender la provincia -Gómez Franqueira, Antonio Rodríguez…- Vázquez es una digna representante del bipartidismo, caracterizados en cuanto pasan el Padornelo por olvidarse de la tierra, vivir agachados si el jefe duerme en Moncloa y levantar la cabeza si están en la oposición -y a veces ni eso-. La clave es batallar internamente para estar en puestos de salida en las próximas elecciones y lo demás importa poco -ahí está, por ejemplo, Marina Ortega saltando a las autonómicas cinco meses después de ser elegida diputada-. Si lo haces bien te acabarás convirtiendo en un profesional de la moqueta y te integrarás en la vegetación del hemiciclo -Celso Delgado suma ocho legislaturas- mientras sigues cobrando sueldazos con tableta y dietas. 

Por esto, la misma efectividad tienen las actitudes de la nueva política para añorar la vieja como las maneras de todos ellos para reclamar las listas abiertas al Congreso y que podamos empezar a dejar de preguntarnos para qué narices sirven a Ourense los diputados del PP y PSOE. Decía Landaluce en el obituario de Giscard d’Estaing que el francés “podría haber sido cualquier cosa, y que ahora cualquier cosa es político”. A este paso nosotros acabaremos pidiendo votar a la cabra.

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