Opinión

Confianza en números rojos

Admiro la constancia de los bancos. Ojalá yo llamase a mis amigos con la misma intensidad y entusiasmo que el Sabadell o el Bankinter se aplican en mortificarme al teléfono ofreciendo hipotecas, créditos blandos, nuevos depósitos, promociones, cuentas sin comisiones –¡he visto un unicornio!- o televisores de plasma. Casi conmueve su insistencia, teniendo en cuenta que no soy cliente de ninguno de ellos y ni siquiera sé con qué artificio habrán vulnerado mi privacidad para obtener el número.

Es más, zambullidos en la tercera oleada de fusiones se complica hasta recordar el árbol genealógico de la entidad que guarda tus ahorros. ¿De quién venía siendo BBVA? Puede ser hasta meritorio saber dónde queda su oficina más cercana tras el penúltimo cambio. Eso si no vives en uno de la treintena de concellos que no tiene sucursal entre sus lindes. Treinta mil ourensanos son ya víctimas de una exclusión financiera que se acelerará en los próximos meses, y que viene agravada en la provincia por la todavía severa brecha digital. 

Las continuas “reestructuraciones”, por supuesto, no ayudan a la salud del mercado laboral español. Santander acaba de anunciar un ERE para 4.000 personas y calcula cerrar un millar de sucursales en España. Será su tercer expediente regulador de empleo en dos años, y cuando se complete habrán dejado en la calle a más de 8.000 personas. Curiosamente, casi tantas como componían la plantilla del Popular, el banco que absorbió en 2017. Y seguro que los frenéticos movimientos de BBVA –que ya recortó 750 empleos este año y calcula otros tantos en 2021- y el Sabadell –con un ERE encima de la mesa de 1.850 trabajadores- tampoco ayudarán al compromiso y apoyo de ambas entidades con el futuro de Ourense. Una provincia que, desde la masiva emigración de los 50-60, lleva décadas marcando religiosamente récords en el ahorro y en la que ahora sus vecinos podrían aguardar un retorno social a la altura de su fidelidad en los depósitos de estos nuevos bancos 4.0. Mejor en otra ventanilla, si es que la encuentran. Y si le atienden, que ahora hasta hay horario para pagar los recibos. 

Latiendo aún la Gran Recesión del 2008 y el rescate de 65.000 millones, esta crisis era un oportuno momento para coser heridas entre el sector y el contribuyente. Pero no. Mejor marketing vacío y técnicas más cercanas al spam -o al estafador de biblias de “Luna de papel”-, en un negocio que se debería basar en la credibilidad y transparencia, algo que algunos parecen haber olvidado a su cuarta fusión. Calviño avanzó el año pasado una ley –de momento congelada, veremos si hay suerte en 2021- para crear una autoridad que proteja al cliente financiero, incluyendo sanciones por malas prácticas. Estaría bien que por una vez las comisiones cambiasen de lado. De momento, qué mas les da a esta tropa que se acumulen en sus mesas las reclamaciones al Banco de España –el Santander lideró esta tabla en 2019- mientras sus resoluciones sigan siendo no vinculantes. “Aprovecha esa cláusula de ahí para meter una tasa, que tenemos que ser competitivos y más europeos”. A quién le importa tener en números rojos la confianza si puede subir con libertad los precios en un mercado cada vez más concentrado.

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