Opinión

La hipocresía contaminante de Pedro Sánchez

Con el desprecio por la coherencia que define toda su política, Pedro Sánchez ha ido a la Cumbre del Clima de Glasgow a bordo del avión más contaminante del Estado. Para ir a Escocia e Italia -el pasado fin de semana se celebró en Roma una reunión del G-20- al presidente del Gobierno no le llegaba viajar en el famoso Falcon -ya no digamos rebajarse a usar un avión comercial- y ordenó preparar el Airbus A310 del Ejército del Aire para desplazar con él a toda su corte: desde su mujer y su médico personal hasta su amigo íntimo Ignacio Carnicero, flamante director general de Agenda Urbana gracias a los extensos méritos recabados en su amistad sanchista y que incluso tuvo el pasado viernes un acto a su medida en la Real Academia de España en Roma.

Repasar la planificación de este nuevo serial de viajes es un verdadero homenaje al calentamiento global: para dejar claro su compromiso con la reducción de los gases contaminantes, La Moncloa hasta añadió dos vuelos extra. Si casi todos los políticos participantes en ambas cumbres volaron directamente de Italia a Escocia, la comitiva hizo otra escala en Madrid para dejar en tierra a parte de la troupé y ni siquiera aceptaron compartir el avión con los periodistas de los diferentes medios que cubren a Sánchez pese las 80 plazas disponibles en ese Airbus.

Esta anécdota lo retrata de nuevo: toda la palabrería del discurso del presidente del Gobierno más progresista de la historia acaba chocando en la realidad con su ego y la falta de escrúpulos. El promotor de este aquelarre aéreo contaminante para vender la lucha contra el cambio climático es el mismo presidente que no tuvo reparos en subir a sus redes sociales una foto imitando a John F. Kennedy en el Air Force One, el que se puso al lado del rey en el besamanos del 12 de octubre en 2018 o el que fue recibido con aplausos de sus ministros en lo peor de la pandemia tras acordar los fondos europeos de recuperación. O el que se fue al FIB para ver a los Killers usando el Falcon -confundiendo lo público con lo privado como le pasó en 2009 a Zapatero y su viaje a un mitin en avión oficial-, sin preocuparse ni siquiera en disimular. Para qué agobiarse si después etiquetas el viaje como “secreto oficial” y evitas la fiscalización pública tan demandada por él mismo cuando era solo un candidato -convertida por el sanchismo en una escandalosa opacidad afeada por el propio Comité de Transparencia-.

Ahora Sánchez volverá triunfal tras haber pasado de las palabras a los hechos en la crisis climática y haber conseguido otros 30 segundos de charla con Joe Biden. Después del encuentro de julio en la sede de la OTAN, para sumar una conversación de 10 minutos con el líder estadounidense ya solo le quedan otras dieciocho cumbres internacionales.

Te puede interesar