Opinión

"Que se joda la ciudad"

Todos los estados tienen secretos inconfesables y pregunta un periodista: ¿Está dispuesto a anteponer sus intereses a los de la ciudad? Respuesta de Jácome: "Esta pregunta es impertinente". Pregunta otro periodista: ¿Garantiza usted que no ha cometido ninguna ilegalidad? Respuesta de Jácome: "Otra impertinencia, parece una broma la pregunta". Cuánto más desesperado, más Jácome. Discurso de macarra, a tropezones, con convulsivas repeticiones de adverbios y adjetivos, repleto de latiguillos de pasillo de instituto, repleto de contradicciones, fiel reflejo de su formación académica y de su cara dura. Volvió a repetir eso que le gusta tanto de que lo medible no es opinable, por eso se niega a que nadie le mida sus ingresos ni sus gastos. Sólo, abandonado por todos cuantos le auparon en el milagro de llegar donde no se merece, asegura que gobernará la ciudad él solo, con sus superpoderes. Ayer, después de mucho tiempo, al fin salió de su escondite, pero sin permitir la entrada de periodistas, y volvió a ser Miñomán, el incorruptible, el adalid de la lealtad y el azote de los poderes fácticos.

Comenzó su si discurso, nervioso, desorientado pero luego se centró y regresó al lugar de siempre. Culpó de todo a La Región (una vez más hay que darle las gracias por citar a este medio en primer lugar y obviar a todos los demás, antes amigos y hoy aliados a la conspiración antijácome), después a los baltares, a las grandes constructoras, a las concesionarias... Le faltaron el Vaticano, la gran banca, la CIA, la DEA... Todos ellos están tras esa gran conspiración global con la que justifica el hecho de meterse dinero público en su empresa, ser el único concejal que se jacta de ocultar su patrimonio o negarse durante años a justificar y publicar los gastos de su grupo municipal. Jácome, el leal, el incorruptible, el hombre que ha elevado los costes de asesores del Concello a su máximo histórico y acto seguido lleva parte de esos sueldos (cuando no íntegros) a su empresa. . Lo admitió sin tapujos, la parte principal del dinero que recibe su partido se lo gasta en su empresa. El alcalde se vende y se compra a sí mismo. Nada raro, también vendió a sus 12.000 votantes al enemigo porque le ofrecieron buen precio.

Esa fue la gran traición de Jácome y el comienzo de su suicidio político. El hombre sin ética ni estética que no supo gobernar una ciudad con mayoría absoluta, pretende ahora hacerlo en solitario, con "pactos puntuales". ¿Pactos con quién, flipao? ¿No te has enterado de que ya solo Ojea, el que paga sus pufos privados con un sueldo público, pactaría contigo y según qué cosas? Al final, y esto lo explicó de forma extrañamente clara, todo se reduce a poder y dinero. Jácome, el honesto, calcula que entre presupuestos , contratos y urbanismo manejará con sus manitas mil millones. A medida que esto decía, su expresión se acercaba a la de Gollum: "Es míiiiio". Pongan el vídeo y reparen en la escena. ¿Quién mejor que el hombre que esconde sus ingresos públicos y trasvasa dinero del Concello a su empresa para manejar solito todo este pastizal? ¿Cómo iba a permitir que lo hiciesen las fuerzas malignas de la ciudad? ¿Quién mejor que Jesucristo para esta épica tarea? Sí, sí, venía tan hiperactivado que llegó a representarse como el mismísmo Jesucristo redentor. Épico.

Repitió el cuento que contaba cuando estaba en la oposición. Ahora oposita contra sí mismo y contra la ciudad. Reiteró su película porque considera que esos 12.000 votantes y todos sus demás administrados, son gilipollas. Es lo que tienen los listillos, que nos toman a todos por estúpidos. El justiciero salvapatrias hizo recuento ayer de su lucha contra el mal.  Ha llevado una decena denuncias a la fiscalía, sólo prosperó una y el acusado fue absuelto en el juicio, relató. Qué éxito. Sugirió que ha sido tentado por mordidas, pero no dijo por qué no había salido corriendo a denunciar a los malhechores, ni dio nombres. Fabuló y fabuló y fabuló, utilizando el viejo truco de coger una verdad a medias y una cifra malintencionadamente exagerada, enriquecer con un aditivo tramposo, y retorcerlo todo hasta construir un relato falso con apariencia de verosimilitud. Los modernos lo llaman postverdad, pero en este caso cutre, muy cutre. 

El político que no se equivoca nunca, después del lapsus que le llevó a definirse como Eugenio (el humorista) en lugar de como un genio, aseguró que no parará hasta transformar la ciudad. Y lo cierto es que lo está consiguiendo. La está transformando en una hazmerreír, en un contenedor de desechos políticos, en una locomotora que camina renqueante hacia el precipicio. A fuerza de repetirse el rollo de la traición, le debió traicionar el subconsciente cuando atribuyó a otros partidos la frase "que se joda la ciudad". Obviamente eso es lo único que puede pensar un incompetente que pretende gobernarnos solito: "Que se joda la ciudad". Afortunadamente, a la ciudad, la tercera de Galicia, con los 12.000 votantes de Jácome incluidos, si le das a elegir, elegirá: "Que se joda Jácome". 

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