Opinión

Más fuegos de artificio en el Concello

Por desgracia da igual cuándo el sufrido ourensano lea esto: los días pasan y el fango mantiene su conquista del Concello de Ourense. Ayer tocó el nuevo capítulo de Rafa Villarino, con la convocatoria de una moción de censura en una notaría sin haberla pactado previamente con las partes necesarias para llevarla a buen puerto. Valiente movimiento de fuegos artificiales que solo parece servir para alejar las posturas de los partidos implicados y desesperanzar todavía más a la ciudadanía. El cambio de gobierno municipal, urgente, necesita diálogo y consenso. No este “tour de force” protagonizado por el líder socialista: él quiere, explicaba ayer, retratar a los implicados. En realidad lo único que consigue es un autorretrato. 

¿Cuál es la estrategia de Villarino y del PSdeG? Los socialistas ganaron las elecciones en 2019 y suya es la responsabilidad de liderar ahora la alternativa a Jácome. Pero los números son cabezones, y aun con el apoyo de BNG y Cs no basta para desmantelar el microgobierno jacomiano. La negociación de la moción de censura debe ser pactada con los populares, que tras romper con el todavía alcalde tienen también la responsabilidad de articular una salida a la crisis que vive la ciudad. Los hechos y las reglas los conocemos todos desde hace dos meses. Pero en este tiempo solo se han escuchado, por parte de unos y otros, argumentarios que se repiten de forma machacona: es momento de un paso al frente, hay que abrir una nueva etapa, bla-bla-blá. Frases huecas que tapizan, e insonorizan, los rincones de los actores políticos llamados a rescatar a Ourense, más preocupados de guardar lo suyo que de pensar en lo de todos. Y la de ayer, volvemos, es otra muestra. En una jugada calcada a la de Jácome en 2017 -nunca esto es buena señal-, Villarino tensiona al PP mientras busca solidificar su líquido y discutido liderazgo en el grupo municipal. Es la última frase del diálogo de sordos en el que se ha convertido estas negociaciones: primero unos se reúnen sin los otros y los otros se encuentran sin los unos. Después todos van a Telemiño y consensúan que nadie está de acuerdo, antes de ofrecerse al contrario sin hablar antes con los suyos –ya luego hablarán entre ellos para no pactar con el contrario-. Mientras, envían cartas sin respuesta a Santiago y Madrid. Y en Ourense, Jácome.

El escenario es crítico y la ciudad no puede esperar más. Ayer también se vivió la enésima prueba de esta situación: el día en el que se anuncian nuevas y duras restricciones para frenar al covid-19, la clase política ourensana debería estar hablando con los sectores afectados, atendiendo las demandas de la ciudadanía y buscando soluciones. Unos gestionando en el gobierno y los otros desde la legítima crítica de la oposición. Ciencia ficción en Ourense, paciente de una pandemia sanitaria, económica y también municipal. Villarino decía ayer sobre su relación con el PP que están cansados de “xogos e falsas promesas”. Que no se engañe nadie: exactamente eso es lo que sienten muchos vecinos cuando miran a la Praza Maior. Si es que se acuerdan de que allí, algún día, hubo un Concello.  

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