Opinión

¿Y quién multa a la DGT?

Cualquier conductor que recorra habitualmente la A-52 conoce el escenario. A la altura, por ejemplo, de la gasolinera de Ribadavia: antes de la salida, un atasco. ¿Causa? Un control de Tráfico. Decenas de coches soportan esta retención mientras los guardias civiles bracean en un desaguisado instalado sin apenas aviso en los kilómetros previos. Y lo mismo en controles como los de Xinzo y otras tantas carreteras que se acaban convirtiendo en un riesgo para los usuarios y los propios agentes.

No parece que estas imprudencias entren en los cánones de la seguridad vial exigidos a los conductores pero sí encajan en la forma de actuar de la DGT y los jerifaltes de la Guardia Civil de Tráfico. Basta recordar las heridas y carencias cronificadas que llevan años denunciando los trabajadores. Según fuentes consultadas, el malestar interno es importante: el anticuado parque móvil -gestionado por la Guardia Civil pero de titularidad de la DGT-, vehículos con demasiados kilómetros, el déficit de personal, los uniformes no se renuevan, no hay suficientes pruebas de drogas. Veteranos lamentan cómo se ha ido perdiendo potencial y material dentro de esta agrupación y los datos facilitados en junio por el Gobierno central a preguntas del PP avalan esta dolorosa sensación: en Ourense hay 64 vehículos con más de 15 años de antigüedad o con más de 300.000 kilómetros. La antigüedad media supera los 8 años y en los últimos seis años se han dado 115 bajas en el parque móvil frente a 97 altas.

El pasado 3 de abril, un agente falleció en Salamanca tras perder el control de su motocicleta. Está abierta una investigación para determinar si el accidente se provocó por una avería del vehículo. Estas situaciones con máquinas tan potentes alertan sobre lo que hay en juego dentro de una Agrupación que, desde su creación en 1959, es la división de la Guardia Civil que más muertos ha tenido que lamentar -casi 300-. Otra manera de medir el nivel del problema es que los agentes han pasado de pelear por entrar en esta división a preferir otros destinos con mejores condiciones. Pero parece que las prioridades gubernamentales están en otro sitio y por eso mientras se acumulan los tijeretazos presupuestarios se suceden las “innovaciones” recaudatorias: por lo visto el Gobierno no encuentra dinero para atender la demandas internas y garantizar la máxima seguridad de los agentes pero sí para poner cada año todavía más radares y drones en las carreteras.

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