Opinión

Y el @realAlcalde paró a comer en Molgas

El alcalde Jácome anunció hace una semana que Twitter había suspendido cuentas de usuarios que se hacían pasar por él. “Y ahora queda la denuncia penal”, se felicitó antes de confesarse con una tuitera: “Moita xente non se decataba que eran fake e chegábanme críticas por outro lado”. Jácome se lamentaba en esa misma conversación: “Hay gente (y prensa) que no entiende la diferencia entre cuentas fake (que pueden molar y son legales) y una cuenta de suplantación de identidad (que suponen un delito)”. Al margen de la cuestión legal, alguno podría llegar a atreverse a pensar que el verdadero problema de fondo para Ourense sea que muchos vecinos biempensantes ya no sean capaces de diferenciar los tuits de su alcalde de los de diferentes parodias de trazo grueso. 

Cuando Sarah Palin completó la candidatura de McCain en 2008, Tina Fey hizo célebre su imitación en el “Saturday Night Live”. La historia llegó a tal punto de surrealismo que los medios confundían a una y otra. Que eso le sucediese a Palin y no, por ejemplo, a Kamala Harris no parece una casualidad. Tampoco debe serlo que tras el cierre de la hostelería por el covid, un falso alcalde de Ourense lanzase en un tuit que “ahora da gusto pasear por la zona vieja, limpia, despejada, tranquila” y algunos pensasen que lo había dicho el verdadero. 

El pasado viernes, solo dos días después de erigirse en baluarte de la ley, Gonzalo estaba acusando en Facebook a tres exasesores de defraudar a la Seguridad Social–ya lo han denunciado por injurias, coacciones y acoso-. Unas horas antes, el mismo que se decía antes preocupado por su imagen dañada por los falsos alcaldes retuiteaba un mensaje de DO con fotografías reales de los ediles díscolos y un equilibrado texto: “Se citan en el Padre Feijóo para seguir conspirando”. El domingo, cuatro días después de su perorata sobre las parodias y los “fakes”, el Jácome verdadero estaba retuiteando una cuenta falsa de Caride. ¡Genial! Para cerrar su semana, un rato después de informar de la evolución de la pandemia, nuestro héroe se saltó las restricciones de movilidad ideadas para frenarla y acabó parando en un restaurante de Molgas –esperamos que al menos allí aparcase bien, y no como el sábado en Concordia-. 

Es meritorio estar perfeccionando sus contradicciones y aun así tener margen para seguir bajando el mínimo que se le debería pedir a un alcalde. En el mundo de la autoficción, el @realAlcalde se dice preocupado por las críticas que le llegaban por sus parodias. En el mundo real, para Jácome una verdad contada mil veces en La Región será siempre una mentira y para los ourensanos un coche aparcado mil veces mal en la ciudad será siempre el suyo. Naturalizado el desquicie municipal, la capacidad de sorpresa se pierde, la oposición aplaude y a él le renta: si la gente me confunde así en Twitter, cómo podrán valorar la eficacia de mis políticas basadas en la antipolítica y qué más da si cumplo o no las normas que yo mismo anuncio si no saben si soy sistema o antisistema. Que se lo digan, por ejemplo, al soldado de la Brilat que le pidió explicaciones en plena calle por saltarse el confinamiento de marzo. “Oiga, ¡que soy el alcalde d'Orense!”. 

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