Opinión

Las vergüenzas de los bancos

Ay, la banca española. Sus enloquecidas estrategias de fusión han acabado generando un sistema en el que las entidades financieras tienen el doble de tamaño que en Italia o Alemania -es muy significativo este dato-, borrando del mapa a las firmas de menos tamaño que sí siguen operativas en otros países con un alto nivel de rentabilidad. ¿Por qué en España no hay banca pequeña? ¿Quién ha hecho mal aquí sus deberes? ¿Y quién soporta las consecuencias?

Como se aprecia cada mañana a las puertas de las sucursales que siguen abiertas, son los ciudadanos los que sufren la falta de competencia de un sector cada vez más opaco, en el que los jefes de zona del Santander y Sabadell pueden sentarse una mañana y bloquear el acceso de tu negocio a un crédito; los que ven cómo se cierran de forma masiva las sucursales en el rural de estas grandes entidades “foráneas”; los que sufren las colas y una atención pésima; los que ven cómo se margina a las personas mayores con horarios reducidos y vuelco al canal online sin pensar en la brecha digital; los que además padecen sus errores de ciberseguridad. 

Nada cambia en el universo paralelo del BBVA, Santander o Sabadell. Ahí siguen los sueldos millonarios, las prejubilaciones y los despidos de trabajadores pese a los beneficios, y todos sus escándalos derivados de creerse por encima de la ley. Así llevan cuatro décadas sin apostar por los proyectos industriales ni contribuir al desarrollo real de la economía, limitándose a ofrecer crédito y posibilidades de negocio en el pelotazo inmobiliario -qué casualidad-. 

Esta banca es culpable e impulsora de sus propias quiebras. Lo paradójico es que sea la ciudadanía la que pague sus enormes agujeros mientras sufre todos los recortes derivados de la mala gestión.

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