Opinión

Primeras misivas de juventud

No me resisto a transcribir para “Ourense de Ayer”, unas notas de mis libretas de recuerdos sobre “Las primeras misivas de juventud”, porque entiendo que los ourensanos fueron o fuimos protagonistas muy activos de la comunicación postal en una época en que lo romántico de las primeras misivas entre quienes se conocían por “gente menuda”,  suponía un halo importante que envolvía el desarrollo de la gente joven en los primeros años. 

“Deseo que al recibo de la presente te encuentres bien de salud. La mía bien, gracias a Dios”. Así empezaba cualquier carta. Luego venía el motivo de la misma, pero era de obligada educación que el encabezamiento fuese más o menos de esa guisa. Las comunicaciones postales interpersonales, empezaban a suponer el inicio de la “especial” amistad, entre dos personas, amigos o novietes... por eso con frecuencia se empezaba a tontear con motivos de romántico coqueteo entre “flirteantes” jóvenes, que veían en el medio del correo a través de transporte personal un modo de demostración de ternura hacia el otro, con auténticos textos pasionales según la manera y los cánones del momento, hacia el o la destinataria de la epístola. Indudablemente era mas fácil expresarse por escrito que oralmente, por eso si se era habilidoso y se quería “vidriar” (expresión de la época), se escribía en cuartilla de color rosa o azul, dependiendo de los escogidos gustos del o de la escribidora, cuando se aparcaba definitivamente el pantalón bombacho y las “señoritas” se enfundaban aún con titubeo las primeras medias de nilón, sustituyendo a los blancos calcetines; era para ellas el antes y después del cambio de etapa de niña a mujer.

Escribir misivas, a mano claro, era casi una asignatura que se iba aprendiendo desde niños de manera instintiva. Porque esas primeras comunicaciones ya se comenzaban a realizar entre chico-chica o viceversa, y llevadas al destinatario directamente por “un propio”, sin pasar por Correos, (con lo que nos ahorrábamos 20 céntimos que costaba un sello), además de evitar que algún fisgón inoportuno diese la cantada cuando llegase el cartero al domicilio a entregar la carta al chico (o a la chica, claro). Para ello se utilizaba un amiguete que solía serlo  de ambos  comunicantes, y que hacía de correveidile. Más tarde comenzaba a aclarar más las ideas la Enciclopedia Álvarez, que en edad escolar era de obligado cumplimiento, y nos enseñaba someramente los cánones de una redacción más académica entre dos personas, lejos de que luego cada uno ya más metido en la EGB aportaba su impronta personal. Los ourensanos comenzábamos las consignas escritas con aportación peculiarizada, y con lo que al destinatario se le quisiese expresar en la misiva, escrita naturalmente con plumilla sobre palillero de madera, y tinta  color azul cobalto. La aparición del moderno bolígrafo empezaba a concursar poco más tarde con la pluma estilográfica, pero aún no era de uso habitual. Entonces había que resolver los sólidos pegotes de espesa tinta que se acumulaban muchas veces en la punta provocando agresivos borrones sobre la cuartilla y las manos, que a menudo cuando se era un tanto descuidado hacían que se rompiera el papel para empezar la epístola de nuevo, amén de la difícil cuestión de tener que sacar de los dedos la mancha del susodicho bolígrafo, que no había manera de tratarla si no era desbastando la piel con piedra pómez. 

Las cartas recibidas, no obstante, suponían un tesoro que se guardaría “eternamente”... o hasta la rotura de la “relación” por desavenencias; entonces era condición devolverlas integras al o a la original remitente. 

Quienes en el transcurso de aquellos años no hubieran escrito una carta a alguien, era porque no habían asimilado la enorme importancia de la gráfica expresada con frases o tenían algún complejo; probablemente miedo a no hacerlo bien y que en consecuencia, el o la destinataria se mofase del autor de la misiva. Hoy tal costumbre es impensable.

El escribir aquellas primeras cartas pues, entre adolescentes, constituía un antes y un después de algo muy descriptible. Venía a ser como si se dejara ya un poco atrás la rutina paulatina de la niñez para comenzar a calar de manera tenue en la romántica aurora de la juventud.  

A día de hoy, sin pretender  hacer comparaciones que no vendrían al caso, sí hay que decir que se ha perdido un extraordinario valor cultural, que se adquiría casi sin pretenderlo, como extensión del menester de aprendizaje educativo, con las primeras probaturas seudo ceremoniosas. 

Ahora con las nuevas tecnologías, casi nada en términos epistolares, se manifiesta en la dulce época del inicial flirteo, por lo que tampoco se da pie a que se tenga que utilizar la imaginación, con una hoja de un bloc y una pluma entre los dedos, para así expresar un sentimiento que por aquellos años tenía un indudable sublime valor.

 A estas sencillas reflexiones, le ponemos final de la manera que se  acabaría  una carta escrita por aquel entonces: “Recuerdos para todos, y sin más que decirte por hoy, se despide de ti, éste que lo soy…”

Te puede interesar