Opinión

Del problema emana la oportunidad

Esta crisis se está cebando de forma especial con los jóvenes. Según un estudio publicado recientemente por la Universidad Complutense de Madrid, el 60 por ciento de los jóvenes entre 18 y 39 años han sentido poco interés o placer en hacer cosas y se han mostrado varios días decaídos, deprimidos o sin esperanzas. El 15 por ciento ha tenido esa sensación más de la mitad de los días, presentando cuadros de ansiedad, depresión y síntomas somáticos, así como un mayor sentimiento de soledad y falta de compañía, siendo vital el apoyo social de familiares y amigos durante el confinamiento. 
Más allá de estas consecuencias a corto plazo, si algo está claro es que durante bastante tiempo las relaciones sociales no volverán a ser como antes. Los besos a modo de saludo, los abrazos individuales o colectivos, el choque de manos, los susurros al oído o los cafés confidentes darán paso a otra forma de compartir momentos, mutando la intensidad de los contactos, incrementando la distancia social y teniendo siempre a nuestro alcance algún tipo de solución desinfectante o de equipo de protección individual que minimice el riesgo de poder transmitir o recibir el virus. 

Muchos sectores verán seriamente comprometida su continuidad con la idea de comercio que tenían concebida hasta ahora. Además de las restricciones que determinen las autoridades competentes nos encontramos con la inseguridad subjetiva de los ciudadanos que les frenará a compartir espacios públicos mientras no se comercialice, de forma masiva, un medicamento que garantice la cura o mitigue los efectos de la enfermedad. 

La excepcional situación que vivimos debe servir de acicate para que la sociedad pueda adaptarse a las necesidades de todos los ciudadanos, que serán las mismas de hace dos meses, pero con distinto envoltorio. Esta adecuación precisa de la colaboración de todos y cada uno de nosotros. Debemos poner en valor más que nunca lo nuestro, lo cercano, lo local. Comprar y demandar nuestros productos, nuestros servicios y evitar, en la medida de lo posible, aquello que importamos desde otros continentes. 

Es hora también de agradecer el esfuerzo y solidaridad de esas empresas que han puesto sus recursos a disposición de hospitales, comisarías y personal relacionado con los servicios esenciales, garantizando con su actitud altruista la salubridad de todos los ciudadanos.

También es momento de que el Gobierno blinde los pilares básicos del Estado como son la sanidad y la seguridad, profesionales que se han enfrentado en primera línea a esta amenaza con escasos medios de protección individual y que han antepuesto la salud de los demás a la suya propia y que esperan el oportuno reconocimiento.

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