Opinión

14.600 días

Parafraseando a Voltaire, si el secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo, le haré caso; además, entre otras dificultades, ¿cómo se puede contar lo sucedido en 14.600 días (40 años) de vida en Ourense, en un folio? También podría aducir que la conciencia histórica equivale a una convicción profunda: quien bebe el agua del Nilo, olvida su país natal. Sí, es lo que ocurrió desde aquel 7 de enero de 1981, hace 40 años, cuando arribé en Ourense para ejercer el noble arte de sanar o, al menos, paliar el dolor. Manifiesto que la intención era quedarme poco más de un año, el tiempo mínimo para solicitar traslado a donde mis orígenes, pero debí beber, a falta de agua del Nilo, el agua de las Burgas, tan terapéuticas para muchas dolencias; o como dijo Luis Rojas Marcos, cuando al terminar la carrera de Medicina se fue de viaje hasta Nueva York y allí se afincó, llegando a alcanzar la máxima responsabilidad sanitaria en Salud Mental: “No me quedé, me fui quedando”.

Tampoco intentaré exponer un alegato vital personal ni profesional, que mi soberbia me impide ser vanidoso; aunque 40 años dan -bien que dieron- para una gran diversidad…, pero eso no les importaría nada de nada al común de los mortales. En cambio considero importante relatarles detalles de la evolución de la profesión sanitaria -al fin fue lo que me trajo a Ourense- en cuatro décadas, ya que tuve la oportunidad de vivirla y afrontarla como profesional en ejercicio durante años y, también, desde la faceta de responsable provincial al estar en la dirección de manera directa.

 En el referido año 1981 pertenecíamos al Insalud -Instituto Nacional de la Salud-, entidad pública encargada de la provisión y gestión sanitaria desde su creación en 1978. Dependíamos, por lo tanto, del Ministerio de Sanidad y Consumo del Gobierno de España… Recuerdo la llegada a Ourense para la firma del correspondiente contrato, a un edificio de la calle Juan XXIII 31, en el que se leía con letras bien visibles Insalud, unos días antes de aquel 7 de enero, fecha que comencé mi trabajo en los bajos del consistorio de A Merca. No se le podía llamar Centro de salud ni farrapo de gaitas, a un espacio donde al entrar, por la puerta del bajo, dábamos a un pasillo estrecho para acceder, nada más entrar, a la sala de espera y desde la cual se accedía a la consulta del ATS -así se le denominaba al hoy enfermer@; y al fondo del pasillo, girando a la derecha las consultas de los dos médicos y un baño. Teléfono el del ayuntamiento en la planta superior, que disponía de entrada diferente y estaba a otro nivel. ¡Ah!, ¿qué querías o tenías que dar puntos de sutura?: Pues te comprabas el hilo -yo lo hacía en Boente-. Eran tiempos en los que también comprábamos las jeringas o las hervías para pinchar lo más asépticamente la inyección intramuscular. Del algodón, gasas, esparadrapo, nos aprovisionábamos haciendo recetas… ¿Tenías frio en el invierno?: te traías la estufa por tu cuenta. ¡Ah!, cuando llegue aquel día 7 de enero me di cuenta que no había una camilla para palpar al paciente: Se lo comenté a las autoridades locales y se adquirió camilla. No, no caían los anillos para coger la fregona del baño en caso de vomitona del niño o del adulto; la patología pediátrica sólo se derivaba en el caso de complejidad…

Tuve suerte, por la complicidad y entendimiento con el alcalde que, siempre dispuesto a facilitar el trabajo para y por el bien estar vecinal, no sólo acondicionó el bajo municipal, sino que 6 años después inaugurábamos un Centro de Salud municipal, fruto de sus excelentes gestiones sanitarias. Ahora sí, ya disponíamos de un electrocardiógrafo y se comenzó con el proyecto de extracción de sangre periférica, de tal suerte que se extraía la sangre en el Centro de Salud y, a continuación, se recogían las muestras para su derivación al laboratorio de la capital, con el consiguiente envío de los resultados en sobre. También mencionar la presencia de matronas en la consulta a mediados de los ochenta. Ni que decir tiene que empezaron a enviarnos material fungible a los Centro de Salud… Un gran avance, que nos facilitó el trabajo y la prestación, fue la promulgación en 1986 de la Ley General de Sanidad, que configuró un nuevo modelo sanitario con la creación del Sistema Nacional de Salud (S.N.S.), que define el servicio sanitario público que debe prestar el Estado. Hasta esa fecha advertíamos como en los domicilios eran mayoría los convivientes que disponían de una sola cartilla -sí, una cartilla para dos, “pois había que pagar o censo”-, de tal manera que cuando consultabas al que no estaba protegido por la Seguridad social, te enseñaban la cartilla del cónyuge protegido para que le “pasases” el medicamento y no pagarlo en su totalidad; si la cartilla pertenecía a un pensionista la prescripción resultaba gratis. Este posible fraude fue quedando en el olvido con la Ley General de Sanidad, un gran logro.

En 1989 se amplía la previsión constitucional y el gasto sanitario público pasa a ser fundamentalmente asumido por el Estado a través del sistema impositivo ordinario y, además, se extiende la cobertura sanitaria de la Seguridad Social a las personas no incluidas en la misma y sin recursos. Se crea el Sergas (Servizo Galego de Saúde); y ya en 1991 acontece un hito importante cuando el Insalud transfiere a la Xunta las competencias sanitarias, de las funciones y servicios, a través del R.D. 1679/1990; fue un punto y aparte (culminación) para el autogobierno de la sanidad en Galicia. A partir de aquí, las penurias y los logros descritos, pertenecen al recuerdo de los que nos tocó trabajar para el Ministerio y el Sergas. 

Sin duda, con las transferencias se acometieron importantes y definitivos logros asistenciales y servicios: Los PAC -Puntos de Atención Continuada-, el 061 y su red de transporte ordinario y medicalizado, las consultas pediátricas, odontología, radiografía se extendieron al rural, con la finalidad de la mayor equidad, etc. Y la modernización, rehabilitación y construcción de los Centros de salud, de tal suerte que, siendo el objetivo un Centro por ayuntamiento, en Ourense lo logramos en 1995 con la puesta en marcha del de A Bola. Cuarenta años dieron para mucho y bastante se logró. Pero me quedaría corto si no dijera que falta mucho por hacer. La susodicha expresión, fruto de la ambición, de que queremos una Atención Primaria más resolutiva, no se logrará sólo con la intención: Son necesarios más medios, de todo tipo; para que los profesionales puedan dar lo mejor de si; y los pacientes tengan la mejor garantía del primer eslabón asistencial. ¡Sí!, la sanidad no tiene precio, pero tiene un coste.

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