Opinión

Cada uno opina según le va…

El sábado, día 16, nos encontramos en pleno ascenso pandémico, bajo la incertidumbre y el temor -¡vaya binomio indeseable!- de saber cómo va acabar afectándonos este brote. El repunte epidémico estaba previsto, quizás no tan fuerte, por los fastos navideños y, consiguientemente, el aumento de la movilidad. Por un momento, la Navidad nos libró del pesimismo, de ese “qué será de nosotros” en lo sanitario, económico, en lo social… Pero pasa el día y pasó la romería; y la cruda realidad apareció y ahora de manera acentuada. Así, La Región reproduce dos opiniones de sendos profesionales de diferentes colectivos de Ourense: 1) Un médico ucista alerta, con toda su experiencia y razón, de que “estamos cansados de la gente que no respeta las normas”. 2) Un empresario, esperanzado, pero consciente de la situación, dice que “esto le afecta a todo el mundo porque no hay dinero para comprar”. Si hacemos caso a lo dicho por cada uno de ellos, acorde con sus responsabilidades, los dos están llenos de realismo. Y, además, se desprende una realidad palmaria, ya que el empresario, al decir lo que dijo, reconoce que sin salud no hay economía. Y si a mí me preguntaran opinaría igual que los dos, añadiendo que una mala economía también conlleva a un empeoramiento psicosomático. 

Entiendo y reconozco que el malestar del gremio de la hostelería con las medidas de confinamiento, alarma, toque de queda, porcentajes de ocupación… es más por el cansancio e incertidumbre de lo que tienen que estar haciendo, ¡o deshaciendo!, al ritmo que le marcan los acontecimientos, que por el cumplimiento de las medidas; porque todos nos hemos dado cuenta que, cada vez que se decreta un confinamiento o cierre total o parcial, a continuación, bajan las cifras de infectados, la presión hospitalaria y de UCI; y, por el contrario, cuando nos relajamos -verano, Navidad-, a los pocos días las cifras se disparan; es lo que ocurre hoy. Pero resulta muy fácil y cómodo quedarse con estos asertos y no reconocer que la hostelería, los que viven del sector turístico, colectivos culturales, etc., podrán decir que mantienen, hasta cierto punto, una salud de hierro…, pero tienen que continuar viviendo; y, a partir de aquí vienen las diatribas: ¿cómo pueden vivir estos profesionales en tiempos de pandemia, con las restricciones impuestas? Es ahora cuando las administraciones, desde las locales hasta las estatales, deben, coordinadamente, coger el rábano por donde deben y garantizar necesidades. De lo contrario, no sólo se resentirán en lo económico, sino también su salud, aunque cada uno opine según le va…

Hay una frase de Josep Pla que viene a cuento para la ocasión: “Si yo hubiera podido conocer a la gente, habría escrito libros colosales”. Sí, porque a la gente la conocemos, nos conocemos. El sanitario clama por sus prioridades para mejorar las necesidades asistenciales que necesitamos en cada momento, de las que nadie está libre; y de prevenir que no llegue el colapso asistencial. El empresario vela por lo suyo, la economía flaquea; pero es consciente de que va a pique si el repunte epidémico sube y/o se alarga en el tiempo. Conociendo a la gente somos conscientes de que sanidad y economía son dos caras de una misma moneda, aunque cada uno hable según su sentir y entender. Y lo que está sanitaria y empresarialmente demostrado es que en esta pandemia o nos involucramos todos, responsabilizándonos cada uno individualmente, o se eterniza; para entonces cada uno opinará según le va y el problema sin resolver. Que no tengamos que lamentarnos que el tratamiento ha sido un éxito, pero más personas de lo previsto y deseable, por desgracia, han quedado por el camino.

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