Opinión

Cómo llenar el rural vacío

Habíamos quedado, tras el “II Congreso Nacional de Despoblación” en Huesca, con un diagnóstico claro. Ahora lo que necesitamos –más antes que tarde- es aplicación de propuestas. Sabiendo y entendido, por enumerados, los motivos por los que hemos llegado al “desierto o invierno demográfico” en muchas zonas de España, Galicia, Ourense y del que no se salva Europa; inercia derivada al no alcanzar la tasa de recambio generacional. Pues ¡actuemos! Y en las zonas rurales debido al éxodo de los años sesenta del pasado siglo al que se ha sumado el envejecimiento de los que se quedaron… hoy estamos ante un problema de Estado, que ya no cabe ponerle más nombres a esta patología. Vamos a darle propuestas, tal como se anunció en Huesca hace días. No puede haber, ni hay, política de Estado si no aparecen partidas presupuestarias destinadas específicamente a la despoblación; presupuestar para plantear la igualdad de oportunidades entre el medio urbano y el rural, se antoja esencial para permitir que cada persona pueda vivir donde quiera vivir.

Efectivamente, los asistentes al congreso coincidimos en que los gobiernos locales deben asumir más competencias en el reparto de los fondos que llegan de Bruselas, pues quien mejor conoce y, además, sufre las consecuencias de la despoblación, son los que deben tener la responsabilidad de gestionar los recursos. Los servicios han crecido mucho en el rural, pero toca eliminar la brecha digital. Fomento de empleo en el rural con incentivos fiscales, que inevitablemente conlleva cambios legislativos, suavizar trabas burocráticas. La revolución digital representa una oportunidad fundamental y la sostenibilidad no puede ser sólo una cuestión urbana. Los fondos FEDER no llegan allí a donde están llamados y destinados y, consiguientemente, no dinamizan las zonas para el motivo que fueron creados. Es por lo que se dijo “en voz alta” en el congreso de Huesca: el reparto del FEDER lo tienen que llevar a cabo ayuntamientos y diputaciones, cediendo las competencias a estas Instituciones. No en vano si el Medio Rural pierde 5 habitantes/hora, 120 habitantes menos/día… como no se deriven más competencias a los ayuntamientos y al ayuntamiento de los ayuntamientos –diputaciones-, pues son, sin ninguna duda, las administraciones más próximas a los ciudadanos, las que mejor conocen los déficits y han demostrado que gestionan mejor sus recursos, se me antoja anunciar que no se logrará el objetivo de paliar y/o revertir la tendencia despoblacional.

Salió a la palestra lo que hoy en día diversas voces municipalistas claman: Muchos ayuntamientos tienen dinero en sus cuentas –poseen superávit- y no pueden invertirlo ni en servicios ni crear empleo; que se permita gestionar el superávit generado durante los últimos años, exclama la FEMP. Y nadie puede decir que fueron los ayuntamientos los causantes de crisis económica alguna, sino todo lo contrario; han demostrado ser las administraciones más eficientes. Acaso, sabiendo como sabemos, que en el medio rural se constata un envejecimiento creciente de la población agraria –dos tercios de las explotaciones tienen un titular con más de 55 años-, sin relevo generacional por no ser atractiva y varias causas más ¿no serían los ayuntamientos los más adecuados para actuar, tomando las medidas? Y no es casualidad que el trabajo se haya concentrado en los grandes núcleos urbanos y a su alrededor no hay despoblación o es menor. Es por ello acertado el titular de La Región del día 23 de junio, día del congreso de Huesca: “Presupuesto y más autonomía local, claves para mitigar la despoblación”.

Una crítica general –y como general no es verdad en todos los casos- en el congreso fue la de que, desgraciadamente, no aparece en los grandes debates mediáticos el tema de la despoblación; a la gente le preocupa el paro, la economía, etc., pero no aparece tanto y con tanta intensidad la despoblación en los medios de comunicación, cuando la despoblación causa depresión económica. Generar debate para crear conciencia. Conciencia reflexiva, como la creada por el escritor Julio Llamazares en “Lluvia amarilla”, monólogo del último habitante de un pueblo abandonado, que nos evoca a los habitantes desaparecidos del pueblo, que se fueron o murieron…

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