Opinión

Cuando se negocia en la cárcel y no en las Cortes

¡Pues sí! Los hay que entre rejas se encuentran más cómodos, a gusto, negociando y haciendo política, empecinados en exprimir hasta lo absurdo. Visto lo visto, los hechos no desmienten el titular, aunque completo arrojaría la sentencia: Mejor negociar presupuestos progre-populistas para España en la cárcel, pasando el recado de lo acordado entre rejas, antes de hacerlo en el Senado. Y de su paso por el Congreso ya Dios dirá. Debe ser lo que tiene ser progresista, con la nueva política, en tiempos de zozobra. No es de extrañar, en absoluto, que la ciudadanía esté disgustada, desconcertada y desvinculada de la clase política, por estas y nuevas formas de hacer.

Primero fue la reforma exprés de la Ley de Estabilidad Presupuestaria para evitar acudir al Senado. ¡Sí!, veto en toda regla al Senado. Pero ¿no era usted mismo, señor Sánchez, el que alimentó desde la Tribuna del Congreso: “Hay que gobernar en clave parlamentaria”? Pasó poco tiempo, cambió su posición de opositor a presidente, y llegan los acuerdos de negociaciones con el populismo, cuando el mismo presidente del Gobierno había exclamado que nunca negociaría con populistas. Y no sólo negocia sino que admite -si es que no lo derivó- ir al populista a negociar a la cárcel con un preso, presunto delincuente acusado de golpista y algo más. La vieja sentencia de “haz lo que yo diga y no lo que yo haga”, aquí la tienen.

Que España debe tener presupuestos: sí. Que, como criterio general, son mejores unos presupuestos que, aunque no satisfagan a todos, no tenerlos: sí. Que los presupuestos deben ser fruto del acuerdo y consenso entre quienes respetan la Constitución y se consideran españoles, que para eso son unos presupuestos para el conjunto de España y los españoles: sí. Que no se entiende que los presupuestos no pasen y se debatan, como siempre se hizo, en el Senado y, sin embargo, lo hagan por primera vez en la cárcel: sí. Que recordamos el “no es no” de quien ahora permite y auspicia estos presupuestos populistas, como vehículo transmisor contagioso y con efectos secundarios de futuro: sí. Que, definitivamente, se ha perdido el sentido común en la política y queda abierta la veda para hacer todo lo que haga falta con tal de mantenerse en el poder: sí. Que es la primera vez –qué casualidad- que el Gobierno deriva unos presupuestos a Bruselas sin haber pasado por las Cortes, pero sí, en cambio, por la cárcel: sí. Que negociar unos presupuestos para España, en la cárcel y con un preso golpista que reniega de España, y no sabemos si también del borrador de sus presupuestos, poniendo a los presos como moneda de cambio, es puro chantaje: ¡hasta aquí podríamos llegar!

Recuperamos, miren por dónde, el “están mentando la soga en casa del ahorcado”. Hemos caído muy bajo, y la culpa quizás sea de todos, con culpables de distinta intensidad. Pero quien se arrima a malas compañías sabe, en cualquier faceta de la vida, lo que puede ocurrir. Quien se asoció al populismo y a los populistas tendría que darse cuenta, si es que no lo sabía, de lo que persiguen, que no es otra cosa que romper con las reglas legales establecidas desobedeciéndolas y sembrar el caos. Negociar el documento contable anual más importante de cualquier Gobierno democráticamente constituido, en un país democrático y con separación de poderes, no puede ni debe hacerse en la cárcel con presuntos delincuentes del color político que sean. Obviando, a sabiendas, lo que debe ser primero, el paso del documento presupuestario por las Cortes, lugar donde reside la soberanía popular. ¿Qué está pasando para semejante metamorfosis?, donde se coge el hisopo por el trabuco. Quizás Lord Acton respondiera: Cuando existe un monopolio de poder da lugar a excesos absolutos.

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