Opinión

El deber del ¡sentidiño! y compromiso

Malraud, aunque también hablaba del desarreglo de los sentidos, entendía su escritura como una manifestación de su compromiso. Se me brinda la ocasión, como a cualquiera de los que estamos en confinamiento preventivo debido al sentido del deber, la responsabilidad y del bien más apreciado -la salud- y a la vista de la inédita situación, a “matar el tiempo”. Y ¿cómo conllevarlo sin causar polémica, refriegas y, sobre todo, el “y tú más”, que lejos de aportar nada a la situación ya de por sí sombría, más bien la enconan, y lo que deseo es escribir? Pues ¡adelante!, sobre la nunca mejor dicha rabiosa actualidad, bajo el compromiso como bandera de ser escrupuloso y sin ánimo de sacar tajada… Nunca es el momento más oportuno ser un oportunista del miedo ajeno. ¡Sí!, escribir, en la condición de no intentar tener más razones que los demás en plena pandemia, cuando ya nos cogió el toro; no aprovechemos el alto grado de vulnerabilidad del ser humano ante la enfermedad, que por muy bien, mal o regular que se haya y esté gestionando, siempre será motivo de polémica y confusión. ¡Leer y escuchar!, que cuanto mejor estemos informados tanto más tranquilos soportamos y vivimos el trance. Es necesario para ello que, lo que leamos y escuchemos, no contenga sesgo tendenciosamente político, algo acostumbrado a hacer en este país; la historia reciente del ébola, como ejemplo en el recuerdo.

Acostumbro a decir que España se repite y en la repetición estamos… Todo indica que así es; el aserto encaja para el actual, como circunstancial, momento que nos toca vivir; como cuando Paneloux llama a sus feligreses a meditar acerca del castigo divino en “La Peste” -cumbre narrativa del siglo XX- de Albert Camus, que ante el aislamiento y el miedo modifican los comportamientos individuales y colectivos. En “La Peste”, se describe de manera significativa el retrato de un mundo enfermo, al que sólo una catástrofe logra rehumanizar, reflejando una de sus más poderosas convicciones: hay en el hombre más cosas dignas de admiración que de desprecio.

No es mi voluntad contrariar, ni mucho menos amargar, a todos los que por imperativo legal estamos obligados -obligación impera-, al preventivo confinamiento que súbitamente ¡cambió! nuestros normales hábitos de vida. Salvo muy contadas excepciones, ninguno de nosotros vivió, ni se pudo imaginar, una situación de reclutamiento domiciliaria como la que estamos viviendo; miedo ante lo desconocido, incertidumbre general; tenemos mucho tiempo para cavilar y la mente humana, dejada a su libre albedrío, tiende a pensar en lo nocivo. Consiguientemente no es momento de reproches ni críticas entre nosotros, que sólo generarían enfrentamiento y nos distraerían de lo principal: atención y ayuda a la población, sobre todo al colectivo más vulnerable. Eso sí, de una vez por todas asimilemos, concienciémonos, en que no se repitan comportamientos hostiles, como los que tuvimos que asistir por parte de los que antes eran oposición y ahora gobierno, hacia el gobierno de un pasado reciente que hoy es oposición. ¡No todos somos iguales en esto, pero tenemos que serlo, ante situaciones de este caletre! Ya sabemos que cuando la rueda del carro se estropeó todos dirán por donde no debería pasar. Corresponde, lo primero y urgente, sacar adelante la perniciosa situación sanitaria que nos abruma y a continuación la derivada económica a la que también tenemos que ir haciendo frente, ya; donde las distintas administraciones -cada cual con su poder y en función de su responsabilidad- atiendan las necesidades del momento. Ya, pasada la pandemia, será el momento de dirimir con toda contundencia las responsabilidades que hubiere. Como Eclesiastés en la Biblia: Toda cosa tiene su hora. ¡Sentidiño!, resistamos por el compromiso común y general, en no caer en descalificaciones acusatorias banales. Antes como ahora el aislamiento y el miedo modifican los comportamientos individuales y colectivos; no los exacerbemos. Toca que ¡aprendamos todos!, y este aislamiento represente una oportunidad, estar preparados, mejor dotados y obviar a los oportunistas, como los que aprovechando una urgencia sanitaria, intentan introducir y hacer valer su ideología política, en vez de centrarse en lo principal con los recursos de los que disponemos y óptimamente gestionados, eso sí.

Hace 24 horas, leía a Rafael Bengoa -dirigió el Sistema de Salud de la OMS, entre otras responsabilidades- y tomé nota: “Tenemos un buen sistema de salud, que está viviendo momentos difíciles, pero tiene las raíces bien establecidas, con excelentes profesionales. Eso no es suficiente para luchar contra este virus… Lo que piden los profesionales es que se complemente el esfuerzo con el deber cívico…”. Bengoa nos está advirtiendo de que, la sociedad civil, todos nosotros, tenemos una gran importancia y protagonismo para vencer la pandemia, haciendo lo que las autoridades sanitarias nos están advirtiendo, aunque nos cause muchos inconvenientes.

Y, para acabar, dos insinuaciones: 1. El mejor y más creíble ejemplo surge de uno mismo; así cuando el Gobierno de España nos solicita solidaridad y unión, que sea el primero en aplicarlas. Para la ocasión, no tengamos que recordar, ni hacer valer, que una cosa es “la política y otra la verdad”; no merecemos, en estos momentos, incertidumbres. 2. Leer o releer -como es el caso- “La Peste”, libro de 1944, no está de más; observarán que ningún tiempo pasado fue mejor, puede situarle en la actualidad y alguna huella le dejará. Leer a Albert Camus, premio Nobel en 1957, es un gusto, les entretendrá y alguna conclusión sacarán.

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