Opinión

¿No es prioritaria la sanidad?

A lo largo de nuestra democracia, cuando le tocó al presidente del Gobierno de España la composición de su Gobierno, salvo en honrosas excepciones, se le prestó consideración e importancia al Ministerio de Sanidad y, consecuentemente, al ministro del ramo. ¿El motivo?: Quizás la descentralización de las responsabilidades del Estado en las CC.AA y, la que se lleva la palma, es la sanitaria. ¿En cuántas ocasiones oímos que era un Ministerio sin contenido? Consiguientemente este ministr@ nunca fue tan seleccionado, respecto a los demás miembros del gabinete, repito, salvo honrosa ocasión, con eso de que la sanidad compete a las autonomías y ya ellas se las arreglarán. Muy a pesar de que la salud, el bien más preciado por el ser humano, lo absorbe todo y nunca son suficientes los recursos destinados a la sanidad.

Irrumpió una pandemia para darnos cuenta, políticos y sociedad civil, que no habíamos reparado en situaciones límites que, aunque difíciles de prever, susceptibles de sobrevenir y dejarnos en evidencia a la hora de las priorizaciones. La realidad pandémica, con la consiguiente declaración del estado de alarma fue, y continúa siendo, terca; visualizamos enseguida telarañas sanitarias, que se hicieron auténticas cicatrices para poner el grito en el cielo sobre lo prioritario. Además, la pandemia resucitó la Ley de Salud Pública; sólo hizo falta que la OMS declarara la alerta internacional  sanitaria para aparecer dudas sobre a quién incumbía la responsabilidad de gestionar la pandemia, ¿al Ministerio o a las CC.AA? Aún hoy no lo tienen sus señorías clarificado, aunque el artículo 14 de la Ley de Salud Pública dice en el apartado a): “La gestión de alertas de carácter supraautonómico que puedan trascender del territorio de una comunidad autónoma”. Pobre de mí, pero entiendo que es el Ministerio el responsable; y siendo así, disponiendo de Ministerio de Sanidad, con un ministro al frente y  una Ley de Salud Pública, que dice lo que dice, sólo hace falta coger el rábano por las hojas y tomar decisiones.

Pero andamos enredando con lo de un ministro de Sanidad, que no fue seleccionado para este trance y hoy está a tiempo parcial… ¡Qué lujo tan pernicioso! 
No nos merecemos, en plena pandemia, con la incertidumbre añadida de si aún estamos en plena segunda ola, rebrote de la segunda o ya empezamos con la tercera, a pesar de que allá por el pasado mes de junio le oyéramos decir al presidente del Gobierno: “Salimos más fuertes”, “lo hemos conseguido, hemos doblegado al virus”, “nadie quedará atrás”, etc., estar en precario ministerial, con la que está cayendo. Ministro y, al tiempo, candidato a presidente por una Comunidad Autónoma. ¿Es que la pandemia, con estado de alarma incluida, no exige plena dedicación? ¿Es entendible que la lucha contra una pandemia, que deriva en tener a España en una de las peores -sino la peor- situaciones sanitarias habidas, tenga al ministro de Sanidad con una dedicación política partidista? Sólo son entendibles estas dos interrogantes si la respuesta es: el ministro es prescindible y/o es cierto que pintan muy poco Ministerio y ministro en esta pandemia; o, también, que al presidente del Gobierno le interesa más el Gobierno de una Comunidad que la salud de los españoles en estos precisos momentos. 

Cuando el balance que ofrece España de la pandemia es de las peores del mundo, tanto por el número de personas de infectadas, como por el de fallecidas; cuando los propios sanitarios nos alertan que llamar ola a lo que nos espera es quedarse cortos y, además, estamos abocados a la deriva en lo social y en precario en lo económico, el Gobierno de España está con tactismo y cálculos electorales en una Comunidad a consta del Ministro de Sanidad. Lo responsable, en estos duros momentos y por lo que estamos observando, es aprovechar todos los recursos para liderar y coordinar al conjunto de las Comunidades autónomas.  Que en pleno “estado de alarma”, derivado de la pandemia, declarado por el mismo que ahora prescinde del ministro de Sanidad a dedicación plena, por interés electoral, tiene malvada explicación. Lo mejor que nos puede suceder es que no notemos su ausencia y le demos la razón al presidente. Todo sea por nuestra salud.

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