Opinión

Escribir e imaginación

Una de las últimas entrevistas leídas fue a Adam Michnik -director de la Gaceta Wyborcza y Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades-, de quien me llamó la atención su manifestación de que “siempre he tenido visión de megalómano; si no creyera que puedo cambiar el mundo con lo que escribo no escribiría nada”. En otra entrevista, en esta ocasión a mi admirado autor de cabecera Julio Llamazares, este reproduce lo que dijo Lobo Antunes: “La imaginación no es más que la memoria fermentada. Y yo digo que la literatura es como el carbón, se forma cuando los árboles mueren; los escritores somos como los mineros, los recuerdos se pudren en la memoria, se convierten en carbón y eso es lo que extraemos cuando escribimos”. En román paladino, ante tales declaraciones, se me ocurre decir que escribir es imaginación, independientemente donde fijes tu imaginación a la hora de ponerte con bolígrafo y delante del papel.

Ante lo dicho, una de las preguntas que nos hacemos es ¿cómo puedes ser escritor sin tener imaginación? Y también me la hago, sobre todo desde que me quedé con eso de que “escribir es un acto de la imaginación, pero también un ejercicio de la razón”. El ser humano, como tal, está dotado de una cualidad innata, la imaginación, que si usted estimado lector se quiere cerciorar bien cuales son las distintas acepciones, a mí la que me pareció más acertada es la de crear imágenes mentales o pensar realidades no percibidas. A partir de aquí es comprensible el plasmar de manera escrita esa realidad e imagen mental. Hasta tal punto que el mismo Einstein expresaba que “la imaginación es más importante que el conocimiento; pues el conocimiento es limitado, mientras que la imaginación, no”.

Pero aparte de las teorías y/o lo que opinan unos y otros sobre escribir e imaginación, a mí lo que me llamó la atención y motivo el artículo es lo expresado por Adam Michnik, concretamente su convencimiento de la finalidad que espera alcanzar con la escritura, cual es la de “cambiar el mundo”. O lo hace o no escribe… aunque si continúa escribiendo y el mundo no cambió se estará comiendo sus propias palabras. Pero Neme, siempre atento e imaginando, me da la respuesta: el mundo cambió para Adam, aunque el resto de los mortales no lo apreciemos con nuestra imaginación; porque escribe en base a su imaginación. Ya ven ustedes como la imaginación no es limitada. Educar con imaginación es sinónimo de educar para grandes innovaciones. A final valió la pena leer la entrevista de Adam Michnik, ya que me dio pie a comprobar que es admirador de Einstein o seguidor de sus tesis, sin que lo hubiese dicho en la entrevista. Y en cuanto a lo expresado por Llamazares, también sobre literatura e imaginación, da para otra columna; aunque lo de memoria fermentada -sépase que Lobo Antunes es psiquiatra-, respecto a la imaginación, me da que la imaginación consuela a los hombres de lo que no pueden ser, según lo apuntado por W. Churchill. Las psicopatologías de la imaginación o engaños perceptivos se estudian en psiquiatría. ¡Todo muy complejo!, pero la imaginación para escribir en un hecho.

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