Opinión

"Golpe de estado" versus "golpe al estado"

Los jóvenes de mi generación, de la inefable histórica fecha del 23-F de 1981, habíamos comenzado hacía bien poco la actividad laboral, tras habernos preparado bajo las penurias del franquismo, como es el caso. Estábamos iniciando nuestra vida profesional con ese inherente optimismo –de comerse el mundo- de juventud, cargados de proyectos futuros. Pero un guardia civil pistola en mano, saltándose la legalidad, al grito de “¡todo el mundo al suelo!”, a punto estuvo de dar al traste con la ilusión incipiente de comenzar a ser útil a la sociedad. El golpe de Estado no se consumó y respiramos aliviados, con un final que representó el triunfo colectivo de todos los españoles, sin distinción de comunidades. Todo volvió a la normalidad con la aplicación impecable e implacable de la ley: detención, prisión, juicios y cumplimiento de sentencias; sin “viajes” a modo de huidas. Con la complejidad de que eran tiempos convulsos, social y políticamente, de terrorismo, con el franquismo aún fresco. Adolfo Suárez había realizado un magnífico trabajo de transición, pero la nostalgia de muchos deseaba imponerse a la reciente legalidad. De aquella, como hoy con el caso catalán, los nostálgicos preguntaban: ¿qué ley, a modo de “farrapo de gaitas”, había que obedecer?; se nos quería hacer ver que el orden –su orden- estaba por encima de la legalidad. También recuerdo haber leído, como respuesta a los nostálgicos, la frase de Cicerón: “Para ser libre hay que ser esclavo de la ley”.

Casi treinta y siete años después, nos vemos/vimos abocados a vivir un “golpe al Estado”. Y no sabría yo, recordando y pensándolo bien, si fueron peores los momentos y las consecuencias de aquel “golpe de” o las de este “golpe al”; entre otras consideraciones porque del actual aún no sabemos su desenlace final. Lo que sí es cierto es que la fractura social y ¡familiar!, que ya ocasionó, no tiene parangón desde la guerra “incivil” española. Si el desatino del “golpe de”, visto lo visto, y se vio pronto, fue una auténtica chapuza con malvadas intenciones, en el “golpe al” de Puigdemont, Junqueras y compañía, en vez de empuñar pistola y uniforme verde, se pasaron por el forro de la chaqueta la Constitución y fabricar una legalidad a la carta. Mi amigo Domingo lo describe como un golpe templado… Lo que se dice: no fueron tan brutos, sí más refinados, en apariencia. Intentaron fabricar una legalidad “ad hoc”; ni recordaron a Cicerón ni se aplicaron el “dura lex sed lex”.

¡Claro!, que “la ley es dura pero es la ley”. ¡Y es la que hay!, ya que, guste o no, se ha aprobado libre y democráticamente. Y cuando la ley no se respeta, la prioridad es hacerla cumplir y poner orden bajo el imperativo legal en vigor. Y la pregunta que nos hacemos, en conversaciones y tertulias es qué diferencia hay entre incumplir la legalidad vigente en el “golpe de Estado” y el “golpe al Estado”. ¡Ninguna! Siendo, además, ambos “golpes” causantes de fractura, enfrentamiento social y riesgo de convivencia. ¡Eso sí!, en el “golpe al Estado”, la mayoría aún viaja de rositas, pese al mal causado con la flagrante omisión de la ley en vigor. ¿O no tienen, quizás los dos, la catalogación de golpes al poder legal establecido?, nos guste o no.

Con frecuencia se dice que la historia se repite…, ¡pues en la repetición estamos! Quizás, en el momento que vivimos, debido a que el secesionismo es un fenómeno bifronte, origen de auténticas tragedias y verdaderas payasadas, como lo atestigua la historia. Y, teniendo en consideración, sin que valga de atenuante, que los humanos pueden resistir cualquier cómo, si tienen un porqué. En el 23-F de 1981, como señalé al comienzo, mi generación tenía esperanza y el sentimiento de empezar a ser definitivamente libres. Y el tiempo transcurrido nos aleccionó que sólo respetando la legalidad tendremos una sociedad más justa y equitativa, al estar todos bajo el mismo paraguas, aunque éste no guste a todos. “El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida” (Lorca). Aplicación de la ley para continuar teniendo esperanza… ¡en todo! Y evitaremos futuras tentaciones golpistas.

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