Opinión

Ikigai

No hay hombre tan sabio que no tenga necesidad de consejo ajeno, dijo Antonio de Guevara. Pues el que escribe, que de sabio nada de nada, no sólo necesita consejos sino también ahondar en experiencias ajenas. Es por lo que tengo aficiones curiosas que se pueden catalogar de idiosincráticas, o eso me dicen, cuando se las cuento a amigos o conocidos. A saber: 1) Pararme a leer las “Cartas al Director” de periódicos y revistas. 2) Curiosear entrevistas, que se hacen a personajes de la clase y consideración que sea. Así, en las “Cartas” busco cuáles son las preocupaciones, quejas o consejos, experiencias de la gente que las escribe. En las entrevistas profundizo en la personalidad, formación y vivencias del personaje.

En esta ocasión me recreé con la lectura de entrevistas a distintos personajes en una edición de una revista semanal en la sección titulada “Maestros en el arte de la vida buena”, auténticos “disfrutones” de la vida. Y es cuando me entero que los japoneses le llaman “Ikigai”, que conceptualmente viene a decir que el secreto para disfrutar de la vida está en no bajar la guardia y seguir haciendo cosas con ilusión.

Entronco lo dicho sobre si ese disfrute de la vida tiene relación con la longevidad que muestran los japoneses, una temática a la que, desde hace unos años, muestro curiosidad e interés; por ello recurro a la literatura y artículos versados, que tratan de responder expertos en la materia. ¿Por qué son tan longevos los japoneses? Hoy son los primeros en esperanza de vida con 84,6 años, muy alta con respecto al resto de ciudadanos del mundo, y si vamos a Okinawa, vemos que en esta isla japonesa la mayoría pasa de los 90 años. Los expertos, en la revista The Lancet, muestran que el aumento de la esperanza de vida sucedió con la introducción de la cobertura sanitaria universal en 1961 y disminuyeron las enfermedades infecciosas y la mortalidad por infarto. Y siendo real que la cobertura sanitaria es una baza de la más importante, también lo es el contenido de Ikigai: encontrar, al jubilarte, una ocupación que te guste y si además lo que haces aporta algo a la sociedad, se te sube la autoestima. No bajar la guardia y continuar haciendo cosas con ilusión. Jubilarse y quedarse amodorrado es malo.

Desconociendo la palabra Ikigai y su contenido, tal como lo leí en la revista a través de la experiencia de un personaje, compruebo que lo prescribí a algunos de mis expacientes, cuando acudían a la consulta a anunciar que se jubilaban. Era entonces cuando me comentaban con auténtico júbilo: “Me jubilo, a partir de ahora me levantaré más tarde de lo habitual, tomaré el aperitivo como si fuera domingo, echaré una siesta…” A lo que yo contestaba que por ahí iría por mal camino, que no era saludable tal estilo de vida, y le recomendaba ejercicio físico adaptado a sus condiciones, además de ejercicio mental… A lo que más de uno me replicaba que para qué se jubilaba, entonces. Ni que decir tiene que ante tal diatriba es cuando el sanitario debe explicar al jubilado confundido los preceptos de la jubilación activa versus envejecimiento saludable; bajo los criterios orientativos de que la jubilación es un momento de oportunidades.

En el concepto de Ikigai está en no bajar la guardia y continuar haciendo cosas con ilusión, viviendo en toda su intensidad el presente. No sé si en eso pensaría Cicerón cuando nos advertía que “no hay ventaja alguna en conocer el futuro, al contrario es doloroso atormentarse sin provecho”. O sea, viviendo haciendo cosas con ilusión, vives el presente y no te estás preocupando antes de que ocurran las cosas… ¡Ikigai!

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