Opinión

OTAN, 40 años. Recuerdos y vacilaciones

Los que ya peinamos canas por el paso del tiempo recordamos –iba a decir las contradicciones- las vacilaciones de la izquierda (auto)llamada progresista antes de ser gobierno, en octubre de 1982. Y sobre todo me viene a la memoria la negativa de los socialistas, del año ochenta hasta su llegada al Gobierno, con aquel eslogan en pancartas y embadurnando paredes: “OTAN, NO”. Para pasar a “OTAN, de entrada, NO”. Y acabar con “OTAN, SÍ”. Y lo recuerdo, ahora con la desagradable sensación que padecí, cumplidos los cuarenta años de la entrada de España en la OTAN con el Gobierno de la UCD presidido por Calvo Sotelo. ¡Pero es que los prolegómenos progres de la entrada son de campeonato!

Aún era uno veinteañero sin canas y en uno de los primeros viajes a Madrid en coche desde Plasencia, donde comenzara a ejercer de médico, ya había ideado que para desplazarme tranquilamente por la capital lo que más me convenía era dejar ese coche Ford Fiesta L, recién estrenado y con matrícula de PO, en el aparcamiento de la Plaza de España. Un viernes al atardecer llego a Madrid y me encamino desde la Carretera de Extremadura hacia dicho aparcamiento en la capital, y a unos cientos de metros tengo que detenerme en seco debido a las largas filas de coches parados. Pasan minutos, nada se mueve; abro, entonces, la ventanilla y pregunto al conductor que está a mi altura en la fila de la izquierda si sabe qué sucede; me contesta que está escuchando por la radio del coche que hay una manifestación contra la OTAN. Efectivamente, empiezo a ver pancartas con el anagrama del PSOE y del PCE por las aceras con la inscripción de “OTAN, NO”.

¡Vaya!, dije. Y me preguntaba el tiempo de espera, sólo a cientos de metros del aparcamiento, tras haber recorrido unos doscientos kilómetros. ¡Paciencia!, todo sea por una buena causa: Qué OTAN, ni qué leches… si existen otras prioridades, me retroalimentaba lleno de razón como un autoprogresista de la época; progresista de pacotilla como pude comprobar en el transcurso de no mucho tiempo. Pero el caso es que continúo atrapado, sin visos de avanzar. Y cuando enciendo el coche, ya que parece moverse la hilera, es cuando observo que la aguja que marca el nivel de gasolina está al límite. No les reproduzco las chispas que eché por la boca, disgusto…, hasta que después de casi una hora alcanzo el aparcamiento. Ni que decir tiene que al día siguiente –sábado- busqué un taller abierto para comprar un par de litros de gasolina y alimentar el depósito para salir con solvencia del aparcamiento de la Plaza de España hasta dar con la gasolinera más cercana. ¡Todo fuera por la “OTAN, NO”!

Lo que aún no sabía yo, progresista de pacotilla de entonces, es que los socialistas ya tenían maña, en cuanto pregonar una cosa y hacer la contraria, que con el paso de los años se acrecentó hasta convertirse en doctrina progre. Y es que la UCD, contra viento, marea y protestas progres, nos mete en la OTAN. Meses más tarde –octubre de 1982- los socialistas son Gobierno de España y súbitamente cambia el eslogan y se hacen más tibios. Ya se les empieza a ver la patita, pues de un furibundo “OTAN, NO” pasan a “OTAN, de entrada NO”. Felipe González hace una propuesta estrella, cual es la celebración de un referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, que se celebra cuatro años después. Piden el voto por la “OTAN, SÍ”. Los socialistas, ¡ah sorpresa!, pasan de abogar por el abandono de la Alianza a defenderla fervientemente. ¡Qué pirueta, qué metamorfosis, qué dosis de progresismo de salón y caviar! Y yo, orgulloso de mí, por los alrededores de la Gran Vía madrileña buscando un taller donde comprar una lata de gasolina. Es en 1982, ya ejerciendo en Ourense, cuando dije nunca jamás al progresismo del engaño, que llegado hasta nuestros días, lo de hoy es rancio total. Hace apenas un año, Sánchez Pérez-Castejón quería eliminar el Ministerio de Defensa y hoy lo potencia y se convierte en defensor a ultranza de la OTAN. Eso sí, con sus compañeros de viaje en el Gobierno en contra, con lo que hablar de un Ejecutivo en la mejor versión del ejército de Pancho Villa es poco. Hagan pedagogía de los antecedentes.

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