Opinión

Pensamiento y palabra

Cuando leí la frase “en un estado verdaderamente libre, el pensamiento y la palabra deben ser libres” me cercioro que es de Suetonio, que sé quién es pero no lo suficiente; y como la curiosidad nunca se enfada de saber, me pongo a buscar en Wikipedia la biografía de Cayo o Gayo Suetonio Tranquilo, y ya sé, entonces, que fue historiador y biógrafo romano durante los reinados de los emperadores Trajano y Adriano, etc. Y que murió en el año 126 d.C. ¡Eso sí!, lo que conocía del sabio refranero gallego, desde que tengo uso de alguna razón, es que “o falar non ten cancelas”, y, claro está, para hablar se hace necesaria la palabra, que con su perversa utilización nos podemos perder.

A pesar del tiempo transcurrido constato lo poco que cambió una de las esencias de la democracia y del estado de derecho, en lo que respecta a la utilización de la libertad de expresión, que continuamente reivindicamos, con respecto a aquel tiempo: “El pensamiento y la palabra deben ser libres”. La apelación a la “libertad de expresión” mediante la palabra en la época romana da a entender que era tan reivindicada como en la actualidad, un derecho ligado a la libertad de pensamiento. Concebimos, y es así, la palabra como vehículo que difunde el pensamiento. Y, casualmente, al tiempo que estoy escribiendo estas letras, ojeo un artículo sobre “Animais políticos”, de María do Carmo Henríquez Salido -profesora y catedrática- en el que se expresa sobre la oratoria: “Constituye el conjunto de reglas en el arte del bien decir, arte de la elocuencia”, traducido del gallego. Y dice más María do Carmo: “El gusto por la palabra como instrumento… está a ser sustituida por la vulgaridad”. No puedo estar más de acuerdo. ¡Cuidemos, pues, las palabras!

La “libertad de expresión” como derecho está ligado a la libertad de pensamiento, y lo primero que se me ocurre es el deseo de “piensa el sentimiento y siente el pensamiento”, con una recomendación, cual es “hase de hablar como en testamento, que a menos palabras, menos pleitos” (Baltasar Gracián); una intención en forma de consejo para quién lo desee tomar en consideración y aplicar. Lo expongo porque es de mal gusto, molesto y ofensiva la utilización de la palabra con ánimo de injuria y que hoy es irresponsablemente tan generalizada. De ahí la sabia utilización, empleada en Galicia, del dicho “o falar non ten cancelas” que, al amparo de la libertad de expresión, no son pocos los que hablan sin decir nada o lo primero que se les viene al pensamiento, y otras veces sin reparar ni sentir lo que dicen, o sin tener idea del tema a tratar, queriéndolo pontificar todo. No está bien que alguien se pronuncie sin tener idea, a no ser que se quiera delatar en su ignorancia; aunque resulta más denigrante que sus palabras injurien al prójimo bajo la justificación de esa “libertad de expresión”.

Todo lo dicho, lo expongo en estas líneas al reparar días pasados en un artículo de Amnistía Internacional sobre la “Libertad de expresión” al tiempo que leía la frase tan antigua de Suetonio. Y también, como tercera consideración, al darme cuenta –no sé si a ustedes le ocurre lo mismo- la cantidad de charlatanes que nos rodean, que hablan sin decir nada, y los peores con ánimo de injuriar -“animus iniuriandi”- bajo el paraguas protector de lo que entienden por “libertad de expresión”. Quizás sin reparar que “libertad de expresión” sí que es un derecho muy ligado a la libertad de pensamiento…, aunque la libertad para expresar su pensamiento no es un derecho absoluto. Toda la razón María do Carmo: “O gosto pola palabra como arma… está a ser substituido pola vulgaridade”, si es que ya no lo está.

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