Opinión

Reflexiones a un mes

Permítaseme, con intención aséptica, mencionar el “Discurso de Año Nuevo” de 1990, de Vaclav Havel, y extrapolarlo veinticinco años después con motivo de las elecciones del 24 mayo:

“No olvidemos que la libertad y la democracia significan de hecho participación, y por lo tanto la responsabilidad común de todos. Queridos amigos: durante cuarenta años han estado escuchando por boca de mis antecesores lo mismo en diversas variantes: lo que prospera nuestro país, los millones de toneladas de acero que hemos producido, lo felices que somos todos... las hermosas perspectivas que se abren entre nosotros. Supongo que no me han propuesto para este cargo para que yo también les mienta”.

Han pasado veinticinco años y el encabezamiento del discurso de Havel es de rabiosa actualidad para la campaña de las elecciones a celebrar en un mes. Pasa el tiempo y la oferta electoral que deben (debemos) los políticos transmitir sería el mismo... y, sin embargo, intuyo que lo vamos a obviar. Y a mí, desde mi experiencia política, el argumento me vale y Havel encontraría hoy motivos para pronunciar lo mismo.

Y aunque desde hace menos de veinticinco años aparecieron en el escenario público necesidades nuevas y problemas diferentes en la agenda política, el interés para nuestros conciudadanos es el mismo que antaño: políticos honestos, ambiciosos pero humildes, cercanos, con ganas y capacidad de trabajo, conocedores de los problemas y que transmiten la verdad.

En un artículo de Innerarity (El País, 29 de marzo 2004): el problema no es caer bien a los electores o no caerles demasiado mal, sino tener las actitudes más adecuadas para resolver los problemas que se plantean. Todo indica que el nuevo estilo político que se viene abriendo paso responde bien a la naturaleza de los problemas que habrá que gestionar...

¿Estaremos en ese camino, el creíble y responsable, o el sistema político sólo puede controlar por criterios políticos? Los ciudadanos tendrán la palabra en treinta días. Y mientras, reflexionemos; incluso desde la fuerte discrepancia, pero no desde la confusión. Y tampoco, nunca, desde la ausencia de rigor y de la verdad, cuando estemos dirigiéndonos a los ciudadanos a los que nos debemos. 

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