Opinión

Y, en tiempos de tribulaciones, ¡No!

Algún día, los hombres simples de mi pueblo, irán a ver a los intelectuales apolíticos y les preguntarán por qué callaban. Por eso cuando me preguntan si soy político digo que sí siempre, porque la política es posicionarse, tomar partido por lo que ocurre a tu alrededor (guerrillero guatemalteco, en voz de Mayor Zaragoza).

No sé si será imaginación mía –mal proceder en tal caso-, pero a los padres de la actual Constitución los consideré hombres sabios, formados en la materia, con peso político, a pesar de las divergencias políticas entre ellos mismos y las que podían transmitir y ¡transmitían!, al conjunto de los españoles, hace treinta y nueve años. Es por eso que, cuando leo en la portada de La Región, el día después de la celebración del día de la Constitución: “Consenso para renovar la Constitución, sin acuerdo en qué y cuándo”, no puedo más que asentir sobre la necesidad de buscar a los intelectuales apolíticos. Porque mientras algunos apelan, en ese día después de la celebración, a la “moderación”, “amplio acuerdo” o “prudencia” a la hora de abordar el tema…, criterios que creo a tener muy en cuenta; otros, a modo de lo que pensaba Ortega al decir que la gente cuando argumenta tiende a coger el rábano por las hojas, apelan al “federalismo”; y, aún, hay quien consideró “urgente reformar la Constitución, vivimos un tiempo nuevo y el tema catalán ha puesto de relieve que el actual marco constitucional no está cumpliendo las expectativas de los ciudadanos”, cuando muchos aireamos que gracias a la Constitución resolvimos la peliaguda situación secesionista. Leídas estas declaraciones es cuando echo de menos a los hombres o mujeres con la suficiente sabiduría, formación y la consiguiente credibilidad política para llevar a cabo esa renovación-actualización-reforma; y lo expongo sin saber quién compone la comisión para tal fin en el Congreso. En cualquier caso, siempre en aras del interés general del conjunto del Estado y no fruto de las apetencias independentistas, soberanistas y populismos varios.

Lo expuesto, y con las correspondientes intenciones, se hace a día de hoy muy difícil: no buscamos a esos intelectuales apolíticos y no podemos preguntarles por qué callan y a pedirles implicación… Mientras tanto me ratifico, en que las circunstancias en algunas partes del Estado español ponen en entredicho la reforma que beneficie al conjunto y al interés general, cuando nadie acierta a decir en qué y para qué la reforma. Pues lo susodicho de que hay que adecuarla a los nuevos tiempos y a las realidades sociológicas, socioeconómicas y políticas es cierto, pero no es lo sustancial para muchos. Baste observar en qué momento se recrudece la necesidad de la reforma.

¿Aún alguien cree que se dan las circunstancias para un amplio consenso de un nuevo texto?, criterio inexcusable. Digo ¡no! Habría que abonar el terreno, hacer posible un mínimo clima de entendimiento en lo que interesa a la gran mayoría y no tanto en decir vamos a hacer una reforma de la Constitución, ya que es vieja y los tiempos cambiaron. San Ignacio de Loyola lo tenía claro: en tiempos de tribulaciones no andes con mudanzas.

Tenemos el Estado más descentralizado de Europa. ¿O es que Alemania, que se pone como modelo en ese día después, ostenta más grado de descentralización que España? O ¿el federalismo va a darnos más grado de descentralización, autonomía y autogobierno de los que hoy disponemos?. Contestaría, ¡no!; aunque también digo sí para otras cuestiones y no menores, que por razón de tiempo no se consideraron hace treinta y nueve años. Pero de ahí a reformar, cambiar, federalismo, es todo una música que suena muy bien, pero falta la letra que haga posible consenso amplio para el respeto a la integridad del Estado, que fue uno de los pilares que dio y continúa dando legitimidad a la Constitución de 1978. Y a falta de un mínimo consenso que abrace el disenso es por lo que echo de menos a los sabios apolíticos –“que haberlos hailos”- que sean capaces de “hacer posible lo necesario”, pues en esto consiste la política.

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