Opinión

Y, DESPUÉS DEL ÉXITO, ¿QUÉ?

El titular representa, en numerosas ocasiones, la interrogante frecuente y hasta tópica que acostumbramos a hacer sobre aquellos personajes que abandonan la práctica deportiva tras alcanzar el triunfo, el éxito prematuramente, y aun siendo jóvenes, ya son viejos para continuar compitiendo en lo que realmente sólo saben hacer. Es lo primero que me vino a la memoria tan pronto leí la entrevista a Yago Lamela ?exatleta, subcampeón mundial de longitud con poco más de veinte años-, tras abandonar la Unidad de Psiquiatría del Hospital de Avilés. Y deduje que estamos delante del fiel reflejo del joven campeón con éxito prematuro después de una dedicación total al deporte, sin otra formación alternativa?, y que cuando se vio abocado al retiro temprano de la competición -¡ay las lesiones!, que cortan la trayectoria al más pintado- el mundo se le cayó encima. En tales circunstancias, es sumamente mayor y más arriesgado el castigo psicológico que el esfuerzo físico de los 8,56 metros saltados hace una década.


Yago fue, como deportista y atleta, uno de los ídolos del momento. Porque a la esfinge y estampa de calidad moderna de atleta, le añadía el ceremonioso arranque para el salto. Se diría que resultaba fácilmente reconocible al competir, aunque le ocultásemos el rostro. Deportista de elite, que no procedía de Madrid, Barcelona o de las grandes escuelas reconocidas del atletismo; nacido en una periferia de la península, asturiano, más bien cuna de ciclistas y deportes fluviales. Pero chico bien, consta que educado y disciplinado, mieles de ganador joven. Digámoslo claro: ¡lo que todo papá y mamá quisieran tener!


¡Pero todo se acaba!, y lo pernicioso, por lo mal que se lleva, es cuando el retiro viene impuesto por las circunstancias a una edad no prevista. Y Yago Lamela lo expresa con la complicidad realista entre su ser y lo sucedido: 'Habían ido ocurriendo cosas, y yo sí veía que había llegado a un punto de esos en los que piensas que la vida no tiene sentido'. ¡En cuántas ocasiones, digo yo!, que la vida cobra sentido si se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada. Pero para eso hay que estar preparados, que las circunstancias no te cojan por el medio y te superen; como muchos de su gremio, incapaces de ser competitivos después del deporte, tras el triunfo y sin saber hacer otra cosa. ¿Que pudo haber más factores que incidieran en la situación límite?? Los seres humanos tenemos tendencia a creer que vivimos los peores momentos de la historia, es una especie de nostalgia. También tendemos a idealizar el pasado, creemos que cualquier tiempo pasado fue mejor, según Rojas Marcos.


Existe, tras la retirada, la imposibilidad de reinventarse. Adaptarse, como cada hijo de vecino, a las responsabilidades inherentes de los poco más de treinta años que aún buscan la primera ocupación. Siempre resulta más difícil, después del éxito y la gloria universal alcanzados prematuramente, el disciplinarse a los nuevos retos que depara la cotidianidad, y que no son para nada gloriosos. Sí, cuanto más altos estemos, más debemos bajarnos hacia nuestros inferiores. ¡Y bajarse cuesta mucho!, es difícil. Peor es asimilar nuevas situaciones, cuando fueron plenamente ignoradas o desconocidas y aparecen ante ti como algo a llevar a cuestas, a soportar. Un suplicio, delante del que reaccionas de muchas maneras? A veces hay que buscar respuestas al aparente desvarío de la vida.

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