Opinión

Consecuencias de 10 años de guerra

Esta semana se han cumplido diez años del comienzo de la guerra civil en Siria. La última década se ha saldado con más de medio millón de personas muertas y desaparecidas. Con más de 5,6 millones de personas obligadas a abandonar su país. Con más de 6,7 millones de personas desplazadas dentro del propio territorio. Con 4,8 millones de niños y niñas que no conocen otra cosa que no sea la guerra, muchos de los cuales han visto cómo su única alternativa ha sido convertirse en niños soldado para poder llevar alimento a casa. Violaciones, matrimonios forzosos... según la fundación World Vision, Siria es uno de los peores lugares del planeta para la infancia. 

El estallido de la guerra en Siria en 2011 no solo puso de manifiesto el hartazgo de la población hacia Bashar Al Assad y las ansias de convertirse en una democracia plena y moderna, sino que fue la crisis definitiva para poner en jaque a toda la Unión Europea, que en 2015 comenzó a demostrar la incapacidad de garantizar un sistema de protección internacional para el más de un millón de personas que sortearon el mar Egeo y cruzaron fronteras balcánicas en aquellas imágenes que jamás deberían ser olvidadas, poniendo de relieve la escasa solidaridad de la mayoría de los países miembro y la necesidad imperiosa de lograr un pacto que garantice el cumplimiento de los derechos de las personas solicitantes de asilo. 

Sin ir más lejos, durante 2020, España, con 'el Gobierno más progresista de su historia', tan solo concedió el estatuto a un 5 por ciento de las solicitudes totales, muy lejos del también escaso 18 por ciento de vecinos como Alemania, según datos de un informe reciente de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). 

La guerra civil en Siria no es una guerra entre dos bandos, sino que se ha convertido durante esta década en un escenario extraordinariamente complejo con al menos cinco actores dentro del propio país (el Gobierno de Assad, los grupos “rebeldes” de la oposición, Estado Islámico, las fuerzas democráticas sirias y otros grupos islamistas) a los que hay que sumar la injerencia de países como Rusia, Turquía, Irán, Israel o la coalición liderada por EEUU. Pese a que la mayoría de las muertes se han producido a manos del propio Gobierno nacional, a quien la ONU atribuye el uso de hasta 32 ataques con armas químicas, absolutamente todos los actores se han cobrado vidas inocentes. 

Aunque Al Assad ha recuperado -a base de violencia- la mayoría de las grandes ciudades, el interés que despierta el país a nivel geoestratégico seguirá dificultando la reconstrucción y el fin de esta oscura etapa. Mientras tanto, millones de sirios y sirias asumen que sus vidas jamás volverán a ser como las concebían antes de 2011; asumen que es posible que jamás vuelvan a reencontrarse con sus familias; muchos de ellos aún esperan a que esta Europa les conceda los papeles que al menos les permitan vivir de manera legal y con libertad de movimiento.

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