De los 45 presidentes que ha tenido Estados Unidos a lo largo de su historia solo cuatro han sido objeto de un impeachment, un proceso de destitución que hubiera podido acabar con su salida de la Casa Blanca. Pero ninguno de ellos fue obligado a hacerlo tras el juicio político. Quizá Richard Nixon hubiera sido el primero. Dimitió en el mismo punto en que ahora se encuentra el juicio político contra Donald Trump, al reconocer que su futuro estaba en el aire al haberle retirado el apoyo su partido, el Republicano. El actual presidente de los EEUU mantiene el timón y toda su tripulación está dispuesta a seguirle, con lo que su futuro al frente de la Casa Blanca puede estar garantizado. Cuestión distinta es el efecto que tenga en el electorado que tendrá que votar cuando la Cámara Alta haya dictado su veredicto final a pocos meses de las elecciones en las que se juega su reelección.
La Cámara de Representantes, de mayoría demócrata, lo que garantiza la apertura del juicio político contra Trump, considera que el presidente presionó al presidente de Ucrania Volodíimir Zelenski para que la justicia de su país iniciara una investigación sobre los negocios que el exvicepresidente, Joe Biden, y su hijo realizaban allí, utilizando para ello, la congelación de una ayuda militar y conversaciones privadas, con la finalidad de segar la hierba bajo los pies al que se presenta como el candidato demócrata con más posibilidades de disputarle la Casa Blanca. Los cargos contra Donald Trump que deben ser aprobados por la Cámara son los de abuso de poder, obstrucción de la investigación por su negativa a entregar documentos solicitados y poner en riesgo la seguridad nacional.
Antes de final de año la Cámara de Representantes votará el informe del Comité Judicial que habrá redactado los artículos del impeachment, y será el momento de la batalla definitiva cuando la acusación llegue al Senado que iniciará el juicio político bajo la dirección del presidente del Tribunal Supremo.
El anuncio de la presidenta de la Cámara, la demócrata Nancy Pelosi, hizo montar en cólera a Donald Trump, que en su tono desafiante habitual exigió que el juicio político se realizara con la mayor celeridad posible, consciente de que los demócratas necesitan que 20 senadores republicanos dejen de apoyarle, algo que no está previsto que suceda a no ser que aparezcan nuevas pruebas y más contundentes sobre la actuación de Trump para socavar las posibilidades de su contrincante.
Lo que Trump no puede evitar es que la política estadounidense entre en una etapa de convulsión y de inestabilidad, por la presión que se ejercerá sobre él dada la gravedad del procedimiento. El presidente de EEUU que evitó ser sometido a juicio por la presunta injerencia de la trama rusa en las pasadas elecciones presidenciales, no ha podido soslayar ser investigado por el caso de las presiones a Ucrania. Como dijo Nancy Pelosi, Trump no ha dejado otra posibilidad que pasar a la acción “porque de nuevo quiere corromper unas elecciones en beneficio propio”.
