Opinión

La guerra de nunca acabar

Cada vez que se sucede una ofensiva de la tropas regulares sirias contra lo que queda del movimiento rebelde que comenzó la guerra, o contra los restos de los milicianos del Estado Islámico, que se han replegado tras perder el vasto territorio del país que llegaron a controlar, parece que la guerra de Siria está a punto de terminar, que el país puede comenzar las labores de su reconstrucción sin que el presidente Bachar el Assad haya abandonado el poder, sujetado por el apoyo de Rusia.

Pero siempre queda una región donde los rebeldes y las huestes de las milicias de movimientos islamistas radicales logran hacerse fuertes y toman como rehenes a la población civil, que sufre la consecuencia de los bombardeos de la aviación siria y de sus aliados rusos, y de los obuses del ejército regular y de las milicias afines que no cesan de disparar proyectiles para allanar el camino a las tropas de tierra que deben lanzar la ofensiva final para ocupar el territorio.

La guerra siria, la guerra de nunca acabar, que comenzó en marzo de 2011 como una extensión de la primavera árabe, se ha convertido en la causa de la muerte de centenares de miles de personas y del desplazamiento de  millones de personas, tanto en el interior del país como hacia Turquía, que acoge ya a casi cuatro millones de refugiados sirios a los que trata de convencer para que regresen a sus lugares de origen.

Uno de los últimos territorios que le quedan por conquistar al ejército regular sirio es la provincia de Idlib, en el noroeste del país y fronterizo con Turquía, donde se desarrollan los combates más intensos y donde los sucesivos acuerdos de alto el fuego alcanzados entre Rusia y Turquía como valedores de las partes enfrentadas son incumplidos sistemáticamente por las tropas de Bachar el Assad, que se ve con posibilidades de conquistar la región. Entre tanto se suceden las muertes de civiles y un nuevo éxodo de personas no combatientes hacia Turquía, Los refugiados que, por el contrario, prefieren dirigirse hacia el sur, en territorios en manos del gobierno viven con intranquilidad su nueva situación, entre amenazas extorsiones y sacas de ´quienes todavía están en disposición de empuñar las armas para ser enrolados en el ejército y continuar luchando en la guerra civil siria.   

En esta situación, la condena por parte de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, “de las muertes y desplazamientos continuos" de los civiles en el noroeste de Siria, caen en saco roto. Siria es el avispero en donde colisionan los intereses del gobierno de Bachar el Assad por continuar al frente del país; de Rusia, que mantiene su apoyo al dictador, junto con Irán y las milicias chiíes que acudieron en defensa del régimen; de Turquía que, mientras por un lado protege a los rebeldes que iniciaron la revuelta, ataca también a las milicias kurdas que han sido decisivas en muchas ocasione para expulsar al ISIS de su territorio, y de Estados Unidos, que retiró las tropas de tierra de un país y que debe repensar su estrategia en un país que se ha convertido en estratégico para Rusia e Irán para controlar la geopolítica en Oriente Medio.    

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