Opinión

Las derrotas del DAESH

En los últimos meses todas las batallas que se desarrollan en Siria e Iraq contra el Estado Islámico se saldan con derrotas de los milicanos islamistas que poco a poco ven como se quedan sin terreno sobre el que imponer la sharia, y los habitantes de estas zonas recuperan su forma de vida sin temor a sufrir los rigores de los fundamentalistas que en muchas ocasiones les costaba la vida. Pero en la medida en que el Daesh pierde las batallas a manos del conjunto de fuerzas militares que operan en la región con la implicación de los gobiernos de los países mencionados y de las coaliciones de fuerzas que lideran Estados Unidos y Rusia, más la actuación de los turcos y las milicias suníes, chiíes y kurdas, crece el peligro de atentados indiscriminados como el que ha costado la vida a casi una decena de personas en Nueva York. 

Como ha afirmado el actor Michael Keaton, “el terrorismo forma parte de nuestras vidas”. Pero ante  esta especie de resignación por los ataques de lobos solitarios radicalizados en sus países de acogida y que se declaran “soldados”del ISIS”, solo cabe insistir en las labores de prevención y de seguimiento de quienes deben saber que sus acciones, por muy espectaculares y graves que sean no podrán alterar la vida en países con democracias consolidadas.

En Iraq, las fuerzas conjuntas iraquíes rompieron la resistencia del Estado Islámico en la localidad de Al Qaim, la población más importante que controla en la parte iraquí del valle del Eufrates, que es el último reducto del grupo yihadista en el país y fronteriza con Siria. En este país las fuerzas gubernamentales ha liberado la ciudad de Deir al Zur, uno de sus principales bastiones junto con la localidad de Al Raqa que ya fue reconquistada a mediados del pasado mes por las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), liderada por milicias kurdas y aliada de EEUU.

Las derrotas del Daesh que avanzan el fin de la guerra contra el terrorismo islamista debiera tener un impacto directo sobre la salida de refugiados de los países que han sentido sus efectos con mayor intensidad y en la medida en la que sea posible el retorno de quienes huyeron de la guerra y de la barbarie y que todavía arriesgan su vida en el Mediterráneo para llegar a territorio europeo donde les espera su reclusión en campos de refugiados a la espera de una reubicación que no llega.  

Las continuas noticias de hundimientos de los barcos precarios en los que se trasladan bien desde las costas turcas o bien desde las de Libia, y de los rescates llevados a cabo por  barcos militares, de Frontex y de las oenegés, que realizan un trabajo ímprobo, son el síntoma de la existencia de un problema que las autoridades políticas no han sabido resolver.      

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