Opinión

Mujeres valientes

Es preciso tener mucho valor y mucho compromiso cívico para manifestarse en un país con un régimen autoritario que tiene en la represión de cualquier tipo de disidencia una de las columnas que lo sustentan. Es preciso ser valiente para manifestarse por las calles de Teherán y de otras ciudades iraníes por la muerte de la joven de origen kurdo, Mahsa Amini, de 22 años, detenida por una no menos represora y anacrónica policía de la moral dedicada a controlar única y exclusivamente los comportamientos públicos de las mujeres, y si su indumentaria se adecua a las normas dictada por el régimen de los ayatolás que las obliga a ocultar su pelo debajo de un velo. Un descuido o un mínimo gesto de rebeldía puede llevar a la detención y en el caso mencionado a la muerte en circunstancias que están por esclarecer. ONU Mujeres ha reclamado una investigación independiente para conocerlas verdaderas causas de su muerte.

Mahsa Amini fue detenida por mostrar más pelo del consentido, trasladada a una comisaría en la que estuvo retenida varios días y finalmente murió. Las autoridades iraníes dicen que a consecuencia de un infarto fulminante. Otras fuentes apuntan a que fue torturada en prisión. En cualquier caso, ambas hipótesis son compatibles porque se puede morir por el dolor y el miedo sufrido durante una detención.

La muerte de la joven ha desatado una oleada de protestas de mujeres en las calles iraníes que han dejado ya, oficialmente, diecisiete muertos, aunque las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos elevan esa cantidad a casi el doble en las manifestaciones en las que las mujeres iraníes se cortan el pelo o queman sus velos en protesta no solo por unas normas anacrónicas de vestimenta sino por todo lo que ello supone de restricción de sus libertades, sometimiento a un sistema machista que ordena toda su vida, a una situación de dependencia que limita sus capacidades personales y profesionales, y que no tiene visos de cambiar de tan arraigado como está en el imaginario religioso de los dirigentes políticos y en las costumbres.

En los regímenes autoritarios, como bien conocemos en España, todas estas protestas son reprimidas con dureza porque en ello va su supervivencia, pero van dejando un poso que termina por hacerse una montaña. Se tardará más menos, siempre más de los deseable para acabar con una situación de injusticia, pero el signo de los tiempos es inexorable y a medida que un país progresa y su situación económica mejora, es más difícil poner puertas a los deseos de libertad de la población y en este caso de las mujeres, con el añadido de que no se conoce que ningún avance en sus libertades haya perjudicado la de los hombres.

Es probable que las manifestaciones de las mujeres iraníes no tengan ningún resultado a corto plazo, que su lucha por liberarse del velo o utilizarlo a conveniencia se diluya o que sea un proceso con altibajos -léase la vuelta del burka obligatorio en Afganistán, el mayor exponente de país teocrático- pero por cualquier fisura en las paredes del régimen de los ayatolás entra un soplo de libertad.

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